Como oportunamente plantea
José Manuel Rojo en la presentación del libro ¿Qué es la ‘patafísica? de Enrico Baj, vale la pena insistir en
retomar la ciencia de las soluciones
imaginarias (la patafísica), aunque sigamos corriendo el riesgo del
señalamiento como ingenuos navegantes en oscuras aguas que rehúsan ser
“clarificadas” por los imperativos de la actualidad y el desarrollo. Pero como,
precisamente, esos andares al margen son los que más no siguen emocionando, no
dudamos en revivir el acontecer patafísico a partir de las líneas que nos traza
Enrico Baj en la publicación de Pepitas
de Calabaza (2007).
Nuestro propósito tan solo pretende
volver a ubicar en el tapiz de la existencia algunas ideas y prácticas
patafísicas, las cuales comenzaron a poblar diversos escenarios desde que
Alfred Jarry le diera vida a mediados del siglo Veinte y se levantara contra la
figura patriarcal del Rey Ubú. Y es que en el siglo en que el psicoanálisis nos
legó el parricidio como vía de liberación, nada resultaba más propicio que
retomar esta mitología para darle un componente artístico. Sin embargo, Ubú
también encarnaba una extraña ambigüedad que le permitía transparentar
intensidades libres, en conflicto permanente con el pensamiento
institucionalizado, con el autoritarismo y con el poder. Cuando la fe cambiaba
de escenarios (de los púlpitos a los laboratorios), en aquel siglo apasionado
por el horror, era oportuno que los imaginarios artísticos se estremecieran con
el fluir patafísico.
Por medio de Faustroll
(otro personaje creado por Jarry) nace la práctica patafísica, “la ciencia por
antonomasia… la única ciencia verdadera”. De entrada, la ironización de Jarry
no hacía concesiones, iba por el todo o nada, por la imaginación que no conocía
ningún tipo de límites. Y aunque el cultivo de la sátira condujera por el sendero de la alegría (de cuya potencialidad, Jarry no tenía ninguna
duda), el cual era arriesgado y aún sigue siéndolo cuando por todas las esquinas circula el
abrasador miedo. Es preciso recordar que la patafísica incluye el sentido de la
paradoja, la evaluación de la absurdidad y el gusto por la ironía.
Pero antes de continuar señalando
algunas características patafísicas, vale la pena detenernos brevemente en la
figura de Enrico Baj como patafísico e idóneo continuador del legado de Jarry.
Baj mantuvo permanentemente la intención de renovar el arte, de revolucionar
las antiguas formas (incluso las de las mismas vanguardias que en muchos casos
también se fosilizaban). Estuvo siempre a favor de un arte experimental y
revolucionario que se levantara contra el racionalismo de la sociedad
industrial. Tras alinearse con diversas vanguardias revolucionarias, poco a
poco Baj va confluyendo en la patafísica (hacia 1962) donde encuentra la vía
libre para la circulación de su espíritu libertario. Antes había confrontado
con los situacionistas, con los letristas, con los futuristas, y había
abandonado el Congreso del “Alba” (Congreso Mundial de los Artistas Libres) aduciendo
que allí se respiraba un pesado autoritarismo izquierdista. Para Baj, el arte
tenía la capacidad de incidir en las heridas y soñar con nuevos remedios. No
compartía la consigna de “la imaginación al poder”, sino que más bien anhelaba
el poder de la imaginación conduciendo a los límites de la existencia, donde
precisamente, desaparecen los límites. El lema de Baj era: “No a la
contemplación ni a la representación. Sí a la invención”. Y por supuesto que
estaba aludiendo a la invención y a la provocación poética, pues “la poesía
será peligrosa o no será”. De ahí que la patafísica se levante contra todo
principio de autoridad, contra los símbolos que la representan y contra la
misma institucionalización del arte. En últimas, para Baj todo conllevaba a las
“soluciones imaginarias”, tal como lo asumía la patafísica.
A partir de la experiencia
de Baj, hoy podemos decir que pensar de nuevo en la patafísica es pensar una
vez más en el sentido de la poesía, de la imaginación, de la utopía, del humor,
y que vale la pena volver a preguntarnos sí es posible construir agenciamientos
de resistencia desde éstos lugares al margen o cómo trazar líneas de fuga para
devenir imperceptibles pero peligrosos. Sin duda, en el “camino de la línea
curva contra la línea recta” demarcado por la patafísica, encontramos diversas
vertientes dónde instalar nuestra rabia, nuestro aullido, nuestra singularidad.
No hay que olvidar que una de
las mayores potencialidades del acontecer patafísico es la preocupación
preferencial por las excepciones, por lo particular del individuo: “¡El
individuo no es una masa, es un singular!”. La patafísica combate la
masificación pero es incluyente, puesto que siempre defiende el principio de la
libertad existencial y propende por la imaginación fantástica como idónea arma
de defensa. Todo esto, claro está, conduce a defender la autonomía de
pensamiento para cada individuo y a instalarse como forma de resistencia
psicológica al poder, a la dominación; a la vez que denuncia y critica
poderosas instituciones como la artística, que cada vez ha virado más hacia el
espectáculo. No hay que olvidar que hoy en día, la estética y el nacimiento de
los imaginarios ya no están centrados en el arte sino en la publicidad, y en la
mitología de los avances tecnológicos: “En el museo, como en el centro
comercial, cada día se celebra lo efímero”.

Imágenes tomadas de la circulación libre en la red