martes, 17 de marzo de 2020

En una tarde de sombra llega la poesía

Es cierto, lamentablemente cierto: el miedo sigue siendo esa poderosa arma que nos controla el inconsciente. Las invisibles manos que tejen el horror hasta con nuestra sombra, se apuntan un nuevo triunfo. El antiguo precepto de la teoría política "divide y vencerás", se revitaliza en el siglo XXI como "Aíslate y te protegerás" del VIRUS, del retorno de la peste. ¿Acaso no es así cómo han querido vernos? ¿Quietos, encerrados, negándonos el mundo que, incluso la misma dinámica del consumo, nos ha vendido? 

Pero no, mi interés en esta tarde no es seguir con el mismo juego que nos proponen para seguir hablando del COVID-19; prefiero, en cambio, establecer una barricada con libros y música. Sí, muchos libros y mucha música. Entonces, de mis lecturas recientes retomo una que estaba en mora de reseñar o más bien, de compartir, pues a veces, ante la contundencia del poema, prefiero soltarlo e invitar a los lectores a experimentar sus propias sensaciones. 

Cuerpo Laborioso, de Hernán Vargascarreño (Ediciones Exilio, 2019), nos anuncia una voz que va concretando búsquedas, que ya puede volver sobre los OFICIOS del camino recorrido y entonces establece diálogos en la pausa del final de la tarde, con esas presencias que siempre lo han acompañado. Diálogos que son HEREDADES y al mismo tiempo HOMENAJES. El cuerpo, que ha recorrido las incertidumbres y se ha lanzado al azar con ese afán del que no olvida lo efímero, empieza a encontrar algunas certezas: el reino de la nada, la belleza de la muerte, la latencia de la palabra y las dos principales: la dicha de estar vivos y la imprescriptible Voz de la Poesía. 




Revivo la experiencia de Cuerpo Laborioso en una tarde de sombra y no puedo dejar de compartir una breve muestra.  


INÚTIL OFICIO

                                              En la distancia frágil de la página,
                                              el anima es rastro, solo fuga:
                                              cuaja entonces inútil el poema

                                                   Armando Rojas Guardia

Sé que llaman inútil este oficio
que ejerzo con la palabra.
No me preocupa tanto
como la ausencia del colibrí 
que todas las mañanas
viene al árbol de ciruelas
que se asoma a mi ventana.

Poco me llaman la atención
los reveses del mundo
- tan lejanos a la libertad de la poesía -
si eso me permite el paso de las nubes haraganas
sobre este pedazo de tierra que llaman patria.

En cambio, la voz de la Poesía
nos urge desde todos los tiempos
y hemos de estar atentos a su llamado.

¿Lo ven?
Divagando en ociosidades
casi olvido al colibrí,
que sigue sin venir al árbol
que me habla desde hace algunos años.

Inútil oficio este,
incapaz de hacerlo aparecer,
casi inmóvil,
rompiendo el aire con su belleza
y su descarada iridiscencia,
y de paso, haga hablar al ciruelo
de otros temas que no me apenen tanto,
como el trabajo de ser un árbol para los pájaros
o su fundamental oficio de parir sensuales frutos.


POEMA DESVANECIDO

Aquí iba la palabra Amor
y otras lamentaciones menores.
Ya las taché.

Enseguida había escrito Ilusión
pero quedó anulada
por pretenciosa.

Luego asenté Tristeza o algo así.
La acabo de eliminar.

No borré la palabra Soledad
porque me apenó
su indefenso esqueleto.

Solamente quedó la pulcra Nada
con la invisible sombra de su Soledad.


CUERPO LABORIOSO

Este cuerpo se ocupa bien
de todas sus labores:
allí late el corazón desprevenido
y la sangre labra sus caminos sin tropiezos.
El alma se extasía ante el pájaro que tiembla
en la rama que se asoma a mi ventana.
El bien y el mal se solazan ante el espejo
que hay dentro de todo ser, implacable.
El amor sale de su gruta, a solas,
y tras él sus fantasmas, como suele suceder.
Los ojos siempre queriendo avistar
más allá de lo que pueden sus deseos
- necios que son.
Todos los sentidos en sus luchas cotidianas 
libando y deglutiendo aquí y allá,
hurgando en los frutos más inalcanzables.
Las entrañas recordándome socarronas
que solo soy un hombre sobre la Tierra.
Y la posible enfermedad
gestando el tumor que acabará con todo,
mientras esta mano izquierda recela
lo que va tramando la derecha:
Palabras, únicas sobrevivientes,
alimentos como este pan y este vino
que me observan desde toda la belleza
de su silencio.


KAVAFIS

Puliendo un poema en un bar
le han dado las seis de la tarde
sin dar con una palabra que precisa.

Mira hacia la calle y ve fulgir el tiempo
en un muchacho que pasa despreocupado.
Y no sabe a qué prestar más atención,
pero sabe que los dos son vitales a su angustia.
Guarda sus papeles y sale tras el joven
- inocente él de las miradas que lo abrasan -
Solo el fuego gris de una mirada indefinible
le basta y regresa al bar.

Ahora poema y muchacho
han unido su belleza en el papel.
La palabra precisa, anhelada y buscada,
deambulará en la mirada del mancebo
por alguna callejuela del puerto,
pero alguien habitado por la Palabra
la ha signado con pasión
en las líneas de un poema.

Enciende un cigarro, 
apura un trago fuerte
y se prepara con más ánimos
para el cuerpo del placer
de la noche alejandrina.

Casi un siglo después
joven y poeta son mísero pasado
que recorren el alma de este lector,
pero el poema, sigue tremolando
su viva pasión entre mis manos.