lunes, 23 de mayo de 2011

Apuntes sobre Pedagogía Libertaria


Este texto lo presenté el 18 de mayo pasado, en el marco del "Seminario Pedagogías Críticas y Emancipatorias", organizado por TJER, en la Universidad Distrital de Bogotá D.C.



“La Escuela Moderna pretende combatir cuantos prejuicios dificulten la emancipación total del individuo, y para ello adopta el racionalismo humanitario, que consiste en inculcar a la infancia el afán de conocer el origen de todas las injusticias sociales para que, con su conocimiento, puedan luego combatirlas y oponerse a ellas. El estudio de cuanto sea favorable a la libertad del individuo y a la armonía de la colectividad, mediante un régimen de paz, de amor y bienestar para todos sin distinción de clases ni de sexos”.

Ferrer i Guardia, escrito desde la cárcel, 1906.

I.                   Introducción

Para el pensamiento anarquista, la reflexión en torno a la práctica pedagógica ha sido tan altamente considerada, quizás como en ningún otro paradigma político. Y es que en el mismo planteamiento básico de la anarquía se considera el proceso formativo como pilar fundamental para alcanzar la anhelada transformación social, entendiéndose a la educación como una actividad libre que, ante todo, pretende suplir las necesidades de cada individuo, por lo tanto, el primer principio es la autoformación.
En efecto, han sido numerosas las discusiones, las teorías y las puestas en práctica de modelos educativos alternativos, por parte de los principales pensadores anarquistas. Aunque no todos escribieron textos específicos sobre pedagogía, por entenderse ésta como constituyente del mismo ideal, de sus escritos se desprenden múltiples consideraciones acerca de cómo debe orientarse la educación, pero aún más, en la misma práctica ética y política cotidiana se han estado generando procesos renovadores y alternos a los sistemas educativos predominantes.
En este texto haremos una presentación general de algunas ideas en torno a la educación, proferidas por figuras notables del anarquismo, asimismo, reseñaremos algunas de las experiencias educativas desarrolladas en los ámbitos libertarios, y finalmente, trataremos de resaltar unos lineamientos recurrentes en estas propuestas, tratando de mostrar su pertinencia y vigencia en el mundo contemporáneo.

II.                   Fundamentos y antecedentes

Partimos de registrar una noción fundamental de la pedagogía libertaria, tal como la entendemos: una educación integral, que parte de la postulación de la igualdad y el derecho que tienen los hombres para desarrollar plenamente sus facultades físicas e intelectuales. Esta concepción se ubica en estricta oposición a la educación clásica, la cual se entiende como la asimilación de los individuos insertos en una sociedad, de las prácticas y los valores que rigen el funcionamiento de aquella. La base que la sustenta es la disciplina y la autoridad.
 
Como antecedentes cercanos (a partir de la modernidad) resaltamos la  experiencia de Jacotot, quien se ubica en el mismo momento en que surgía la educación estatal (hacia 1770), y postula que una persona emancipada puede enseñar lo que ignora. “Todos los hombres tienen  una inteligencia igual”; “La igualdad no es algo a alcanzar, sino el punto de partida”. Este planteamiento es desarrollado ampliamente por Jacques Rancière en su libro El maestro ignorante, al cual nos referiremos más adelante.

Posteriormente, hacia 1793, el texto, Un estudio concerniente a la justicia política, de William Godwin, se opone a los sistemas de educación nacionales. Godwin sostiene que hay dos fuerzas opresoras básicas: el gobierno y la educación, las cuales impiden el desarrollo de una sociedad justa, entendida como aquella en que la gente pueda ejercer libremente su razón. Según Godwin, el cambio que acompaña a los seres humanos como producto del avance de su razón y de su entendimiento, hace que el concepto de leyes naturales de la conducta también cambie, y por tanto, el intento de hacer la ley (constituciones y otras instituciones políticas) ayudaría a bloquear el libre pensamiento acerca de cómo regular las propias vidas. Aquellas otras leyes escritas para favorecer un estamento, son las que se enseñan a través de la educación que garantiza o subvenciona dicho estamento.
Por su parte, Max Stirner en su ensayo de 1842, El falso principio de nuestra educación, se alinea en contra de la escuela, constituyéndose en un antecedente importante para la propuesta desescolarizadora del siglo XX.
Más adelante, en el siglo XIX Proudhon ya hablaba de la educación como el mecanismo para mantener y reproducir los tipos de relaciones sociales. Por lo tanto, era fundamental entenderla como una producción colectiva de cultura y humanización, mas no como una cesión de derechos o limitación de libertades por medio de un contrato.
Tomando como referencia estos antecedentes, es oportuno volver sobre unos lineamientos comunes en el pensamiento anarquista para luego poder introducirnos en algunas ideas más específicas de algunas teorías pedagógicas libertarias. No está de más recordar que la actitud que une a los anarquismos es la de negar cualquier autoridad y la de afirmar la libertad. Esto se expresa en cuatro principios básicos (teóricos y de acción), los cuales demarcan líneas de formación (educación), son ellos: autonomía individual, autogestión social, internacionalismo y acción directa.
Por lo tanto, en adelante, al referirnos a la educación anarquista, estaremos seguros que ésta afirma la libertad colectiva del individuo (reconociendo que se vive en grupo), va en contra de la autoridad (asumiendo compromisos, de forma abierta y sincera en beneficio del colectivo), exalta la autonomía del individuo y el autodidactismo (no se depende de jerarquías; se asumen obligaciones voluntariamente; se razona por sí mismo y se resuelven los propios problemas).

Dos estudiosos contemporáneos del paradigma anarquista y de sus propuestas sociopolíticas y pedagógicas, Silvio Gallo y Francisco José Cuevas, coinciden en ratificar unos fundamentos de la pedagogía libertaria, al tiempo que la reivindican como imprescindible en los avatares del siglo XXI. En efecto, asistimos a una revaloración contemporánea del paradigma anarquista como filosofía política que tiene mucho que aportar a los análisis socio-políticos, luego del derrumbe de diversos postulados coercitivos y del afianzamiento de aquellos que ahondan las brechas sociales. Pero más exactamente hay que hablar de anarquismos, pues el anarquismo como tal no se constituye en una doctrina, lo que nos permite hacer diversos análisis desde los postulados que plantean varios teóricos anarquistas. Ahí reside, precisamente, el potencial anarquista, en que no sufre la acción limitante de una doctrina. Según estos autores, los elementos comunes que podemos tener como básicos de la pedagogía anarquista son los siguientes:
Antiautoritarismo: contra la escuela como reproductora de principios de autoridad que apuntan al afianzamiento de un modelo económico-social (el capitalismo en este caso). Quien está en el centro de la relación educativa es el alumno, él con sus intereses y preocupaciones mas no el profesor con su poderío autoritario. Se apunta a desarrollar la autonomía para construir sus parámetros morales. Se conduce hacia la libertad desde la libertad.
Educación integral: parte de la necesidad de construir una sociedad de iguales (en lo referente a oportunidades para su libre desarrollo) que distancie la alienación producida por la división social. Para ello es preciso que la educación conjugue en igualdad de niveles el trabajo manual (técnico, tecnológico) con el intelectual y la preparación para la convivencia social, la cual se configura no por medio de un contrato sino a través de un proceso continuo de producción cultural colectiva.
Autogestión pedagógica: son los individuos los responsables, los que deben controlar el proceso educativo y quienes definen los espacios para desarrollarlo. Asimismo, quienes organizan desde su individualidad o desde su propio colectivo el plan de estudios y definen los propios profesores. Estos espacios no dependen de las ayudas ni están controlados por el Estado.
Tanto Gallo como Cuevas nos hablan de que sólo ahora, al revisar las propuestas y los desarrollos pedagógicos del pasado siglo y encontrar serias dificultades en la puesta en práctica y en los alcances de las diversas tendencias que, aunque bien intencionadas no recababan en el fondo de la problemática sociopolítica, es cuando se ha vuelto a dirigir la mirada hacia las propuestas libertarias de la educación, las cuales se empezaron a plantear desde el siglo XIX.
Y aunque quisiera pasarse por alto el valioso aporte de los paradigmas anarquistas referentes a la educación, no puede negarse que los ecos de estos postulados han calado fuertemente en los discursos que han delineado nuevos enfoques pedagógicos; basta citar apenas algunos conceptos: autonomía educativa institucional, flexibilidad curricular, educación popular, cátedras libres, proyectos educativos institucionales, educación no formal, autoevaluación, etc.
A estos amplios postulados se contrapone la pasividad con que los estudiantes y los nuevos profesionales asumen el cambio social. Para ellos es mucho más cómodo insertarse dentro del esquema productivo: prestación de servicios – recepción básica salarial – aporte al gran capital de los empleadores. En ningún momento pretenden poner en aprietos a ese esquema que los utiliza durante un tiempo y luego los entrega en precarias condiciones, a un mercado laboral cada vez más voraz e indeterminado. Por supuesto, esto facilita la tarea de quienes instalan las instituciones, los que muy hábilmente se esfuerzan por proveerles a estos “entes-estudiantes”, lo que aparentemente les ayuda a establecer dinámicas socio culturales libres, es decir, enfoques psicologistas, tecnicistas, de autoayuda.

III.                   Teorías sobre pedagogía libertaria

Siguiendo la clasificación de Francisco José Cuevas, nos adentramos un poco en los planteamientos específicos y las prácticas de algunos teóricos anarquistas, quienes lucharon por darle vida a otra forma educativa.

Teorías no directivas:

La teoría de Max Stirner: es la más radical de las teorías no directivas. Stirner concibe al individuo como absoluto que responde a sus necesidades y deseos, quien elige libremente sus creencias. Respecto de la educación, propone un No rotundo a la misma (el problema es mucha gente educada y poca gente libre). En, El único y su propiedad, reclamaba “una educación para la libertad no para la servidumbre”, y distinguía entre persona educada y persona libre. Asimismo, mostraba cómo los pensamientos inculcados por una educación estatal o religiosa nos preparaban para un modo de ser del que era imposible desprenderse. “He aquí que finalmente la dominación de la ley es completa por primera vez. Porque no es que yo viva, sino que la ley vive en mí”. Para Stirner era claro que en la escuela se aprende la sumisión, puesto que es una institución que prepara para adscribirse a una iglesia, a un partido o al Estado. Por su parte, el maestro es una figura análoga con el policía, con el gendarme. Según este planteamiento, lo que hay que hacer es deseducar (liberarse de dogmas). Lo que la escuela debiera promover es la creatividad para desarrollar espíritus libres.

Neutralismo pedagógico: se consolidó con los movimientos anarquistas de comienzos del siglo XX. Según éstos, la educación debe ser neutral en contenidos y en valores, es decir, en la transmisión ideológica (incluso anarquista), pues el entorno libre de una “transmisión” dada, le permitirá al alumno decidir en libertad. Ricardo Mella (1861-1925) es el principal representante de esta propuesta. Para él, la concentración fundamental apuntaba hacia el individuo, en un sentido solidario, libertario e igualitario. Esta tendencia era distante de la de Ferrer i Guardia, la cual apuntaba más a lo social desde la exaltación del anarquismo, razón por la cual era considerada como dogmática. Según aquellos, “La escuela no debe, no puede ser ni republicana, ni masónica, ni socialista, ni anarquista, del mismo modo que no puede ni debe ser religiosa”.

Propuesta de Tolstoi: hay en este autor una visión optimista del ser humano, muy a la manera de Rousseau. Entre más cerca esté el individuo a la naturaleza, más posibilidades de encontrar la felicidad tendrá. La educación apunta hacia el fortalecimiento espiritual por la vía de la autoformación, dejando que aflore libremente la espontaneidad del niño. El maestro, que debe provenir del entorno popular, tiene como tarea acompañar al alumno, al tiempo que él mismo continúa educándose. La escuela está para instruir no para educar, y entiende “instruir” como la acción de suministrar elementos útiles. Su escuela se llamó Yasnaia Poliana, la cual era popular, abierta y no coercitiva. Para Tolstoi, el aprendizaje debería ser un proceso de cultura mas no de educación. Hay que “otorgarle a la persona la libertad completa para disponer ellos mismos de la enseñanza cuyas respuestas necesitan”.

– Teoría de Rancière: en su texto, El Maestro Ignorante, Ranciére retoma la experiencia de Jacotot (1770), para postular que una persona emancipada puede enseñar lo que ignora. De su indagación se infiere que aprendemos sin maestro, dada la inteligencia que nos habita, la cual supone atención y búsquedas continuas para alcanzar la emancipación: “una inteligencia que sólo se obedece a sí mismo”. Estar emancipado es “conocer el verdadero poder del espíritu humano”. Por lo tanto, la ignorancia es un círculo de potencia que deviene emancipación. Lo que hay que enseñar es que no tenemos nada que enseñar, salvo a usar la propia inteligencia.

Teorías de carácter sociopolítico:

Según estos planteamientos, el fundamento debe ser la orientación social, puesto que la libertad individual se complementa con la libertad social; no es una condición natural sino social; no es el medio sino el fin; hacia la libertad es que debe conducir la educación.
Los autores de este lineamiento aseguran que no hay educación neutral, pues siempre se trasmite ideología, lo que no equivale a dogma. Y la ideología fundamental a trasmitir es la de transformar la sociedad.

Teoría de Bakunin: este autor parte de afirmar que la libertad no es una condición natural sino que se alcanza por medio de la voluntad, voluntad de combate al lado de otros luchadores. Por lo tanto, la lucha por la libertad es un acto volitivo y de dimensión social. Bakunin (quien entendía al hombre como realidad social) aseveraba que es la sociedad la que moldea al hombre por medio de la educación. Especialmente, la educación capitalista busca, por todos los medios, mantener su forma de producción. A partir de estas reflexiones vemos que se hace evidente la necesidad de darle vida a una educación que busque la transformación mediante la revolución de la sociedad en general, y por supuesto, que luche en contra del capitalismo. La educación era entendida como instrucción del pueblo para la emancipación social y política. Instrucción más no amaestramiento. “Ayuda directa para despertar la energía revolucionaria”. Se parte de la autoridad hasta llegar a la libertad. Dicha autoridad tiene como base a la razón (no lo metafísico, lo jurídico o lo teológico) y debe disminuir gradualmente para llegar a la máxima libertad, previo desarrollo de una férrea voluntad y un sólido autocontrol. En cuanto a los adultos, se obviaría el tránsito por la autoridad y se instalarían una especie de academias populares para compartir desde los conocimientos y experiencias de cada cual (“fraternidad intelectual”). En fin, Bakunin propende por una “educación integral” que permita conducir a la conformación del “hombre total”, tras haber roto las desigualdades educativas entre las clases altas y las proletarias: “la educación debe difundirse entre las masas con generosidad, transformando todas las iglesias, todos esos templos dedicados a la gloria de Dios y a la esclavitud de los hombres, en otras tantas escuelas de emancipación humana”.

Teoría de Ferrer i Guardia: Francisco Ferrer i Guardia fundó en 1901 la Escuela Moderna, como alternativa a la educación estatal. En aquella no había enseñanza religiosa pero sí científica; se propendía por la no competitividad, el libre desarrollo del pensamiento, la educación integral, y los paseos al campo. En el anuncio de la Escuela Moderna se decía que los niños y las niñas tendrán “una insólita libertad, se realizarán ejercicios, juegos y esparcimientos al aire libre, se insistirá en el equilibrio con el entorno natural y con el medio, en la higiene personal y social, desaparecerán los exámenes y los premios y los castigos”.  Refiriéndose al apoyo del gobierno para la educación estatal, decía: “ellos saben mejor que nadie que su poder se basa casi exclusivamente en la escuela”. La escuela, así entendida, es una institución para el control político tras crear un consenso de valores (políticos y sociales) y reducir las inquietudes sobre esos temas. Además de ser reconocido por su Escuela Moderna, es importante el aporte que hizo para cimentar el modelo de “enseñanza racionalista”, el cual se expandió a nivel orbital. Ferrer i Guardia parte de la consideración de que la educación es un evento político, con el cual se busca satisfacer las necesidades del modelo gubernamental de turno, controlando las mentalidades de los estudiantes. A partir de este presupuesto, él propone una “enseñanza científica y racional”. La ciencia apoyando la razón natural (no la razón burguesa por supuesto) para poder generar una conciencia socio-política que identifique el origen de las grandes falacias (capital, religión, patria, militarismo, sumisión). Y aunque propende por el desarrollo de una pedagogía natural del niño, ésta tiene como alcance final, el compromiso con la revolución social. “No se educa integralmente al hombre disciplinando su inteligencia, haciendo caso omiso del corazón y relegando la voluntad. El hombre, en la unidad de su funcionamiento cerebral, es una realidad compleja”. Esta aseveración supone que ante la realidad de una sociedad con condiciones desiguales para todos, el papel de la educación debe ser transformador. “Queremos hombres capaces de renovar constantemente los ambientes y a sí mismos; hombres cuya independencia intelectual sea la fuerza suprema, que jamás se sujeten a nada (…) La sociedad teme a tales hombres: no se puede, pues, esperar que quiera jamás una educación capaz de producirlos”.  Proponía, además, la educación compartida entre ambos sexos (sumándose a las luchas feministas por la igualdad) y entre diversas clases sociales (como una preparación a la futura sociedad sin clases). Resaltaba también la atención del individuo, del niño, para que realice sus inquietudes y necesidades, revalorizando el juego y la actividad manual como proyección para el “trabajo no alienado”. Todas estas consideraciones “subversivas”, al decir de los gobernantes, condujeron a Ferrer i Guardia a la ejecución en 1909, tras un confuso hecho en el que se le acusó de  organizar la insurrección. Después de su asesinato, en una carta abierta Anatole France decía: “Su crimen fue ser republicano, socialista, librepensador; su crimen fue haber creado la enseñanza laica en Barcelona, instruir a miles de niños en la moral independiente, su crimen fue haber fundado escuelas”.

Teoría de la desescolarización (muerte a la escuela): desde 1960 aparecieron nuevas corrientes pedagógicas que cuestionaron el vínculo estrecho de la escuela con el capitalismo y que apuntaban a la desaparición de aquella para ayudar al derrumbe de este modo de producción, sin aceptar que la educación por sí misma conlleve a la extinción de éste, pues se requieren además otro tipo de cambios sociales profundos. Uno de los más reconocidos propulsores de esta iniciativa fue Iván Illich a través de su texto, La sociedad desescolarizada. Illich muestra cómo la escuela está para fortalecer las instituciones que bajo la máscara de la asistencia fortalecen la dependencia y finalmente el control, tras promover la tecnocracia. En la década del setenta del siglo pasado, Iván Illich hablaba de que la escuela preparaba consumidores expertos, tratando de abarcar todos los órdenes y enseñando que “la libertad es conferida por las autoridades”. En fin, las escuelas están para reforzar la estructura de las clases sociales. Para Illich como para Stirner en El falso principio de nuestra educación (texto que concreta Illich), ser dueño de uno mismo significaba ser libre de las fuentes autoritarias, por ende, de la escuela misma. Y en esto se apartan de Ferrer. Para aquellos, no debería haber escuelas. Puesto que “A los consumidores-alumnos se les enseña a conformar sus deseos según los valores del mercado”, como contraparte propone Illich, conformar las “redes de aprendizaje” con otros centros comunitarios de estudio. De todas maneras, surge una pregunta frente a la propuesta de la desescolarización y es sí esta no ayudaría a hacerle las cosas más fáciles al capitalismo, puesto que permitiría desarrollar el facilismo del “dejar hacer”, dado que todo es válido. Claro que, según entendemos, lo que Illich pretende es llamar a la refundación de las instituciones educativas. Su propuesta se propone poner estas instituciones y su tecnología al servicio de la gente, a través de unidades descentralizadas que promuevan la “convivialidad” (convivencia y jovialidad), sin carácter obligatorio y que sean de utilidad social. Una especie de intercambio de saberes libres y entre iguales que permita olvidar el espacio restrictivo de la escuela. De esta manera, se exalta la educación informal, el autodidactismo y la vocación solidaria de compartir.

Siguiendo una u otra de estas teorías se han desarrollado varias experiencias de educación libertaria. Han sido escuela racionalistas (ciencia y naturaleza); mixtas;  paidocéntricas (el niño en el centro para estimularle la capacidad de descubrir); y propenden por una educación integral, pues como nos lo recuerda Félix Carrasquer, “antes que aprender hay algo más importante: vivir”. Entre las que se desarrollaron en España, resaltamos las siguientes: la Escuela Moderna de Ferrer i Guardia (1901-1906); la Escuela Luz (1917-1923) del Ateneo Racionalista de Sants; la Escuela Natura (1918-1939) del sindicato textil y fabril de la CNT; la Escuela Eliseo Reclús (1935-1936) gestionada por Félix Carrasquer en Barcelona; y la Escuela Paideia, fundada en 1978 por Josefa Martín Luengo en Mérida, España, la cual sigue vigente.
Por su parte, en Argentina, a finales del siglo XIX y en las primeras dos décadas del siglo XX, se generó un importante proceso de educación alternativo al del Estado. Aunque habían diversas líneas todas iban en contra del clericalismo, del patriotismo, del militarismo; y revaloraban el racionalismo y la coexistencia del trabajo intelectual con el manual. En fin, entendían la educación como un factor liberador. Un pedagogo destacado de esos momentos fue Julio Barcos, quien dirigió la revista La Escuela Popular (1913/14), la cual alcanzó 20 publicaciones, respondiendo al proyecto que desarrollaba la Liga de Educación Racionalista. Estas prácticas no fueron hegemónicas pero sí dejaron aportes valiosos como el de la “coeducación”, velando siempre por la posibilidad de despertar la “rebeldía juvenil” y el “autogobierno”, el “gobierno de sí”, como más tarde lo llamaría Foucault. 

IV.                   Consideraciones finales

Para ir cerrando esta aproximación a la pedagogía libertaria, trataremos de puntualizar algunos elementos reiterativos en las diversas propuestas teóricas que hemos visitado, con el ánimo de hacer un aporte desde el anarquismo a los nuevos procesos de educación.
No hay que olvidar que el anarquismo propende por una educación para la libertad, algo que se logrará como producto de la transformación social que se busca; a diferencia de la vertiente educativa con la que trata de confundirse, aquella que pretende hacerse a través de la libertad, asumida como un atributo implícito que nos conduce a pensar en una “bondad” natural del individuo (sustentando básicamente el principio liberal Rousseauniano, consagrado en El Emilio, con el cual se comparten algunos lineamientos pero también se trazan grandes diferencias).
Siguiendo a Valeria Giacomoni, reiteramos que no se aprende de golpe a ser libres cuando la educación recibida ha girado en torno a la restricción. Para que nazca una nueva sociedad (ideal) debe nacer una persona nueva (práctica inmediata). Este proceso comporta los siguientes sustratos: 

1.    1. Educar: sacar las potencialidades. No desde afuera sino desde el propio individuo y su relación con el ambiente. Según Kropotkin, la educación debe ser permanente y recurrente, y debe partir desde la experiencia, que también se transforma constantemente. La educación tiene lugar durante toda la vida. El conocimiento y el aprendizaje deben partir de la necesidad del individuo de resolver sus interrogantes. Incluso, el paso por una institución podría ser necesario, siempre y cuando se tenga claro que ésta es un marcador de poder.
  1. El educador: retomando a Emile Armand, se entiende que la educación es un proceso de iniciación, siendo el educador el iniciador para “aprender a aprender”… y a desaprender, por supuesto, dejando que fluyan con espontaneidad el sentido de “autonomía, libertad y unicidad”. Igualmente, es pertinente retomar a Robin, para quien el educador es un “facilitador” de la información y un ejemplo (desde el ámbito moral) de libertad y solidaridad.
  2. Familia y escuela: el niño, según Bakunin, no pertenece más que a sí mismo y a su futura libertad. Por lo tanto, la familia y la escuela deben dejar de ser esos referentes primarios de autoridad. Las relaciones que deben atravesar estas dos instancias son “el afecto y las afinidades libres”, como proponía Eliseo Reclús.
  3. Educación y revolución: son procesos complementarios. Es preciso educar para evidenciar la necesidad de una revolución y para prepararla. De esta forma se traslada la dimensión dominante que ha mantenido la escuela a una experiencia que permite liberar la rebeldía. Claro que es un proceso permanente que no espera a que se den los resultados; se comienza y recomienza a diario. La educación anarquista propende por educar en el compromiso social y político. Educa para la libertad y también para el compromiso.
Hay otros elementos señalados por autores como Silvio Gallo o Francisco José Cuevas, que nos conducen a enumerar algunos puntos adicionales:
5.    5. Aunque el autoritarismo se mantiene en la actualidad (claro que de forma más maquillada y sutil) no podría pensarse que la educación enfocada desde cierto principio de autoridad para llegar a la libertad, a la anarquía, deba desecharse y abogar por una educación no directiva de plano, pues esto ayudaría a hacerle el juego al capital (que aunque no lo queramos, es híper influyente) en tanto que puede conducir  al “dejar hacer” que fomenta el más puro individualismo, el cual no se interesa por la emancipación colectiva. Esta es una postura polémica, por supuesto: ¿ejercicio de la autoridad para destruir la autoridad e implantar la libertad? Diríamos que lo que se precisa es aprender a reconocer la autoridad moral de quien posee más experiencia, la cual se irá desconociendo al fortalecer la autonomía, tras mantener siempre una actitud crítica frente a la autoridad. Esto supone además, aceptar que se está inmerso dentro de una comunidad, la cual determinaría entonces, una “autoridad sana”.
6.    6. Por otro lado, se hace también necesario generar espacios alternativos de educación (que permitan socializar, acercarse, encontrarse), instalando una “pedagogía del riesgo” (Silvio Gallo), de la desinstalación, de la diferencia, del desprendimiento del sistema al que se pretende combatir pero manteniendo un carácter comunitario de la educación y de la misma escuela, pues no es del todo necesario renunciar a la escuela pública en tanto se tenga, hasta que triunfe la educación libertaria. Dichos espacios son, a la vez, grupos sociales que luchan por la reivindicación de sus proyectos y por la transformación social, en los cuales se revaloriza la educación informal (contracultural). Pero claro, siendo conscientes de que ciertos proyectos de “escuelas libres” tal como se denominan en algunos círculos (en el marco de una sociedad tecnológica, massmediatizada y controlada) podrían presentar el problema de que los individuos se alienen en su oasis educativo particular y olviden que afuera hay un mundo autoritario, coercitivo, nocivo, al que hay que confrontar.
7.    7. Por otra parte, y dada la diversidad de las concepciones anarquistas, no podemos dejar de reseñar la postura de quienes consideran que debe irse en contra de la educación pública estatal (una creación capitalista), teniendo en cuenta que el Estado la delinea y la transmite buscando generar unos patrones sociales para el ordenamiento gubernamental. Esto, tras reafirmar que el plan anarquista sigue siendo el de la confrontación con el Estado y con el capitalismo.
8.    8. Finalmente, y ante los avatares de un mundo cada vez más complejo, no podemos olvidar que la educación no es suficiente. Hay que desarrollar alternativas de producción económica, política, cultural, y educarse, precisamente, en ese mismo trayecto creativo y existencial.

Bibliografía

Mijail Bakunin, Dios y el Estado. Libros de Anarres, Buenos Aires.

-          Escritos de filosofía política. 2 tomos. Altaya, Barcelona.

Francisco José Cuevas Noa, La propuesta sociopolítica de la pedagogía libertaria. Recuperado de: http://www.kclibertaria.comyr.com/lpdf/l074.pdf

Francisco Ferrer i Guardia, La Escuela Moderna. Júcar, Madrid.

-          El paradigma anarquista de la educación. Recuperado de: http://www.buenastareas.com/ensayos/El-Paradigma-Anarquista-En-La-Educaci%C3%B3n/316461.html
Pedro García Guirao, Francisco Ferrer y las misiones pedagógicas del anarquismo español. Recuperado de: http://saavedrafajardo.um.es/WEB/archivos/NOTAS/RES0078.pdf
Valeria Giacomoni, La evolución del concepto de pedagogía libertaria: de la teoría a la práctica. Recuperado de: http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3179166
William Godwin, Un estudio concerniente a la justicia política. Citado en: http://es.scribd.com/doc/10941127/Diccionario-Pedagogico

Iván Illich, La sociedad desescolarizada. Barral, Barcelona.

Pauline McCormack, ¿Por qué la educación libertaria?. Recuperado de: http://espora.org/biblioweb/educacion-libertaria.html

Paideia Escuela Libre, Historia de la pedagogía libertaria. Recuperado de: http://www.paideiaescuelalibre.org/Textos%20y%20articulos.htm

Jacques Rancière, El Maestro Ignorante. Editora Vomitarte, La Plata.

Ayelén Sardu, Una molesta piedra en el camino: Educación Anarquista. Recuperado de: http://revista-theomai.unq.edu.ar/NUMERO17/Sardu.pdf

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-          El único y su propiedad, Libros de Anarres, Buenos Aires.

 

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