miércoles, 6 de septiembre de 2023

En este lugar de la noche, los malditos

 


Ahora, al cerrar la última Página de Los Malditos – novela de Víctor Bustamante publicada en 2017 – entiendo el acucioso impulso de Gustavo Zuluaga (El Hamaquero) para que le solicitara la novela a Víctor. En efecto, El Hamaco – como lo llama el autor en varias ocasiones – es el personaje que concentra el hilo narrativo de la novela. En torno de él discurren una serie de personajes que nos pintan los escarceos poéticos de una generación que desde los setenta y hasta la segunda década del siglo XXI, discurrieron por amplios escenarios de la Medellín que buscaba distanciarse del rosario y abrirse a los embates de la modernidad.

Con el acostumbrado tono de Bustamante, el de un voyeur impregnado de Sátiro con su punzante y ácida lengua, nos adentramos en la ciudad que se ha ido, que ha sido presa del rito fácil y de la muerte como una gambeta en una bullosa tarde. Esa ciudad que acompañó los sueños de un incrédulo que se sentaba a ver pasar las máscaras desde una hamaca en la Avenida La Playa, también impulsó proyectos editoriales, espacios para la lectura, festivales literarios, programas radiales, librerías abiertas y mucho, mucho fervor, así como también encuentros y desencuentros entre los variopintos personajes lanzados a un ring donde todos confrontaban con todos, salvo el narrador y el Hamaquero, pues entre ellos hay una complicidad de afectos y también de perspicacia.

En este lugar de la noche, esa imagen robada a José Manuel Arango por su más ferviente seguidor para nombrar a su librería, traspasa la metáfora y deviene metamorfosis para que la memoria se active y el poema vuelva a ser carne, cuerpo, exceso, despojo, lápida, o quizás, el festín de Acracia, la celebración de la vida plena de sinsentido, pero digna de porfía para seguir degustando el abismo, mientras el tiempo atesora junto a la muerte.

“Las heridas se cosen con las agujas del reloj”, es la máxima que Víctor pone en boca del Hamaquero, en su papel en blanco como el principiante zen; pero es también la sentencia que Bustamante va trazando con su poética irreverente, distante de los sanedrines y de los sacerdotes, y más próxima a los malditos que en su transitar de perdedores van arrancando las máscaras y taladrando los discursos que solo tienen la certeza de ser ceniza.     


martes, 16 de mayo de 2023

Platanales, libro de Santiago López Triana

 


Solo en la luz del fuego

 

Quizás porque todas necesitamos arder junto a ese anhelo y levedad de la ceniza o tal vez porque el cuerpo no termina en la carne, ni existe gracias a la exhibición de sus mutilaciones, las víctimas que ahora somos multiplicidad, ya no cabemos en el flujo sinuoso de las pantallas, ni en el requiebre de una voz que atesora discursos y se doblega ante las dádivas tan austeras como cómplices del silencio que más se aproxima a la nada lapidaria, a la quietud que impone el amo que escribe y borra.

Quizás, digo, pero no callo, cuando desde el frente, Platanales llama a un nuevo trato con la herida:

no qué necesitamos para morir

en nuestras muertas   

              sino qué necesitan ellas

              para vivir con nosotras

 

Las historias le pertenecen a nuestros cuerpos rotos, y aunque apilados bajo una composición banal y perversa, la singularidad no deja de nombrar su propia muerte, que es también la certeza de lo que fue su vida inflamada, pues en tanto la memoria no claudique, podemos recomponer las huellas aunque haya que hacerlo sobre las cenizas. Es en la luz del fuego, en la posibilidad de arder, donde el cuerpo se reintegra a una memoria activa:

no es carencia la distancia

sino articulación del deseo en lo posible

 

El cuerpo de la palabra en Platanales no es metáfora, es una imagen material que se metamorfosea en el andar, que se expone en un decir zigzagueante y opta por una sintaxis entrecortada, próxima al ahogo final de las masacradas, a una forma en la fatiga. Decir es una posibilidad de reencuentro con las muertas, de aunarse a sus ritmos para mostrarles a los asesinos que su acto no pudo acabarlas del todo, que la metamorfosis sabe esquivar los silencios de ese sacrosanto Platanal que nunca quisieron entronizar:

el platanal

espejismo suerte u omisión

de los vencidos

Así como de la piedra hemos aprendido la desnudez, de las muertas aprendemos a no victimizar, a no repetir la cantinela de la conmiseración para auparnos en el circunloquio de los vencedores. La piedra lacera tanto como esculpe y su corazón está pleno de movimiento, de vida nueva, de dignidad en la muerte y más allá.      


A continuación comparto unos poemas del libro Platanales.


no qué necesitamos para morir

en nuestras muertas   

              sino qué necesitan ellas

              para vivir con nosotras

 

hartas de arrastrarse por los fondos de la historia

y de mantenerse con las migajas del perdón

la buena voluntad y la distancia

no es que quieran venganza    – precisamente –  

pues nada piden

apenas están allí

– aquí – en la memoria

bajo la tierra siempre desconocida

y abierta para nosotras

acaso nos recuerdan

que no vale la pena

abrirnos camino hacia la fosa

ni permitir

que nos empujen a ella

 

no sólo luchamos por nuestras muertas

muertas y amadas están allí

quietitas

nosotras

levantadas     vivas

entre los fogonazos

las tormentas

 

 

 

ahí

y entonces

sólo pellejo anclado a las voraces

inmediaciones de la muerte

precisión del vértigo y mandato

de todo cuanto ha de vivir

y arrastrarse sobre la tierra reseca    la luz

 

en la supervivencia de la sombra

dos absolutos

 

 

 

la claridad contrasta

  con las formas que tiene de mentirse el día

  sólo lo mantiene unido cierta ficción

  y asiste al siempre inaugural desmembramiento

                                               de este orden de signos

 

cancerosas formas nuevas

aguarda en ellas otro

atardecer feroz     otras

tantas nubes iluminadas

en rosa desde el fondo

la ciudad    impávida

 

 

 

 

si sólo la repetición hace voraz al sueño

que crece en la espera

y sólo la espera produce la acumulación del mismo

siempre tentando su posibilidad en la vigilia

dónde dormiremos nuestra intemperie

el dolor    la rabia con que juntas

recostamos nuestras queridas muertas

 

cómo dormir con ellas    levantarnos

sin parecernos demasiado

a lo que ahora son    muertitas


Santiago López Triana es un poeta colombiano que ha realizado traducción literaria, carpintería y edición. Es creador de la editorial Pie de monte, encabalgada entre la poesía y la difusión de ideas anarquistas. Ha publicado Platanales (2023), Tendón (2019), El día entero (2017) y Hálito y rumbo (2013)

miércoles, 8 de marzo de 2023

Concierto para un hombre, poemario de Joaquín Zapata Pinteño

 


Y el verso se hizo hombre

Blas de Otero

 

¡Qué abismo entre el olivo

y el hombre se descubre!

Miguel Hernández

 

Aunque una primera intuición – quizás un elemental bosquejo – la había percibido en mis conversaciones con Joaquín Zapata Pinteño antes de que la horrorosa peste nos distanciara hace ya tres años, tuve que leer una y otra vez los poemas que conforman el libro Concierto para un hombre (España, 2002) para tratar de entrever la nueva inquietud poética que acompaña a este marinero del tiempo, quien ha sabido encallar en nuestra América con fruición y a veces con encono.

Y es que a través de estas páginas es posible descubrir las tensiones que han atravesado a este poeta que guardó su escritura para la alta edad. Aquí encuentro su encantamiento primero, con el olivo y su sombra, con el mar y sus abismos, con el niño que jugaba a ser arquero, “a ser un dios desconocido” y que supo conservar esa masa madre hasta que llegara el momento de dejarla germinar. En efecto, años después, en otro costado del paraje y tras el encuentro con su catalizador (el poeta de las enormes Derrotas), Joaquín Zapata se lanzó a la travesía de la palabra en un océano, ahora oscuro.

Siguiendo el esquema de Concierto para un hombre, he iniciado esta pequeña nota con los epígrafes que el poeta me puso en la dedicatoria del libro, los cuales entiendo como pilares especiales que quedaron asentados en el eterno Mediterráneo. Este poemario está conformado por tres partituras (Los días intactos, Los días vencidos y Los hombres y los días) y sus primeros 15 textos inician con fragmentos del libro Todas las jaurías del rey, del cubano Alberto Rodríguez Tosca, con quien una vez más dialoga y a quien exhuma agradecido en cada paso. 

Por otra parte, Zapata Pinteño también insufla vitalidad a un heterónino (Lukkus) a quien sienta a la mesa junto con Pessoa, García Lorca y Rodríguez Tosca para contarles cómo, “desde el amanecer de una posguerra” y en el relámpago de la poesía, brotan de nuevo yarumos y robles negros.

Así como la música necesita del silencio, fue necesaria la ausencia para volver a encontrarme con el Joaquín-Amigo, el Azariel-Misterio, el Poeta-Hombre que entrega un concierto en el que “un gesto nos enjaula y un labio de vértigo nos prende”.

 

Comparto los siguientes poemas de Concierto para un hombre:

 

VII

No te dejes morir si te dejas te mueres

sino te dejas también te mueres

pero no tanto

déjate caer y la tierra te guarde

como a un hijo pródigo que vuelve

 

En medio de otros dos

un hombre ha dejado de morir

la neblina de sus ojos se evapora

sus párpados adquieren transparencia

tiene un regocijo en la memoria

una multitud de relámpagos pequeños

que cauterizan las heridas

Su reloj enfermó de lentitud al tiempo

avergonzado cuenta un siglo cada hora

Ya no sufre de arrebatos

sino de una quietud canicular

en un jardín que involuntario brota

con su vieja mesa y lámina de cromo

el sapo que croa en su sequía

y una higuera infatigable

Este hombre parece un invisible

un ausente en su presencia

una presencia inamovible

sin un clamor ni un gesto

ni un hilo de voz

sus huellas se diluyen en la aurora

como una sombra que deja de cantar

y huye de la nada

como un muerto universal glorioso

¿Quién será ese yacente

con un sudario a punto

a punto de lavar la noche y sepultarla

con la duda de una excomunión?

Ni el crepúsculo se atreve

a descifrar su nombre

 

 

XII

 

Devorados sí

pero de quién

a qué boca dijimos

que nos devorara

 

En cualquier acto de universo

puede concluir este concierto

que acaricia y oye al hombre

ese ser mitad lobo reflexivo

mitad eternidad ardiente

con un lenguaje perdido entre palabras

y un silencio que escucha sus delirios

Ese ser que orbita poesía

más allá del arrepentimiento

y agradece a Hasch y al yarumo y al roble negro

y a la tartamudez de Dios

que lo aislará con la piel del mundo

No teme perder su infinitud

ni el pulso de una infancia

que en otra eternidad se olvide

ni a dejar atrás su horror

ni a la revelación de su muerte

 

 

Canto 2

(Lukkus)

 

Después de dar la espalda al mundo

se fundieron en mí tiempo y distancia

con un feroz aliento

soy como una herida resanada tras la muerte

No cuestioné la ficción del hombre

abandoné su jauría

para llegar al Getsemaní de las consciencias

No dejé de extraviarme

de llegar de despedirme

siempre supe del barro fugitivo

que cualquier camino conducía al fuego

pero me perdí en mis desencuentros

Nadie supo mis vergüenzas

ni que mis lágrimas vertidas

sufrían un naufragio

caminé sin norte para no encontrarme

mis cicatrices querían estallar al mundo

no asumían su regreso

No tuve un discurso afortunado

no me alcanzó el relámpago de la poesía

ni esa voz profunda que me llega.

 

 

El arquero

 

En un jardín amplio e infinito

un niño juega a ser arquero

a ser un dios desconocido

que roba corazones y los fulge

 

Los golpes de su arco son secretos

ahogan las ansias de la piel hasta saciarla

como se sacian los océanos de agua

y el universo de latentes astros

 

Lleva un himno que induce a la pasión

al ansia amorosa de la vida humana

sus flechas con un grito de suerte

nos adentran en otra creación

 

Tercamente de primavera a invierno saetea

desde los antepasados más antiguos

y el inocente fuego de la sangre

despierta rotundo como una catedral

 

Hay que aceptar el error de las heridas

como tigres con una flecha en la garganta

sangrar hasta sacarla

levantarse y sacudirse el polvo

 


Joaquín Zapata Pinteño

 Imágenes tomadas de la circulación libre en la red


domingo, 29 de enero de 2023

Apuntes para una aproximación a Nietzsche

 


-La filosofía se ha convertido en el inventario de todas las razones que se da el hombre para obedecer. De ahí que, según la metáfora Nietzscheana,  llegue a justificar los valores superiores, los de la pesada carga que lleva el camello (el espíritu de pesadez). Esto es lo más opuesto a la idea que barrunta Nietzsche, la del filósofo creador, la del filósofo que conoce la contingencia y sabe que crear es inventar nuevas posibilidades de vida, es aligerar las cargas, hacer leve la vida y permitirse crearle nuevos sentidos a las cosas.

-En la lectura que hace Deleuze del filósofo alemán dice que: Nietzsche integra dos formas de expresión para la filosofía: aforismo y poema. Ya de entrada, esta estructura propone una nueva manera de concebir el pensador y el pensamiento.

-Nietzsche identifica que hay un “triunfo de la reacción” sobre la vida activa, y de la negación sobre el pensamiento afirmativo”. Propone una crítica de los valores establecidos (los superiores a la vida) y del principio de donde ellos dependen (quienes los sustentan). A partir de esto se puede pensar en crear nuevos valores: martillo y transmutación.

-Así habló Zaratustra: un libro para todos y para nadie, es el anverso del Nuevo Testamento. Es la parodia del texto cristiano, pero no es su negación, es más bien su reverso. En 80 discursos y apelando a una mirada metafórica Nietzsche nos anuncia la apuesta por una “nueva” filosofía.

-Zaratustra como personaje, es un alter ego de Nietzsche. Aparece como un profeta que anuncia la muerte de Dios y el fin del último hombre, con lo que se prevé la venida del superhombre (ultrahombre). Con la muerte de Dios también fenece la idea del ser humano, pues éste no es ni punto de llegada ni tampoco de partida. No somos ni origen ni final, somos tránsito.

-El fin del humano implica el retorno a cierta animalidad, lo que no representa un retroceso, por el contrario, es una superación en tanto que es una manera de disolver lo que somos. El ser humano es un error, según Nietzsche. El superhombre es lo que empieza cuando la idea de humano que hemos (y nos han) construido, desaparece. Sin embargo, no es superación en el sentido de evolutivo, no es mejor. Lo que implica es la relación con la contingencia. Nietzsche es un pensador de la contingencia.

-La contingencia es la posibilidad de mostrar que todo puede ser de otro modo. Es un tránsito que no sabemos hacia dónde lleve. Así concibe Nietzsche la filosofía, como la posibilidad de ser de otro modo. Pensar supone tomar partido y al hacerlo, se escinde la realidad, se dejan cosas por fuera, se descarga el peso y se abre a lo intempestivo.

-Entre otros, hay 4 temas a lo largo de la obra de Nietzsche que quiero repasar: la muerte de Dios, la voluntad de poder, el superhombre y el eterno retorno.

 


-LA MUERTE DE DIOS hace referencia a la crisis de los absolutos. Dios es la convicción de los absolutos. Con la muerte de Dios también se le da muerte a la verdad. La verdad es como un ejército móvil de metáforas, las cuales son funcionales a una época, pero luego pierden su valor.

-La filosofía es una práctica intempestiva, eso quiere decir que nunca está acorde con su tiempo, es crítica y provocadora de su tiempo.

-El hombre es un puente y no una meta, es un entre. Y el arte es el lugar de la fisura (primer Nietzsche). Más adelante se pelearía y diría que el arte tampoco es el camino.

-Para Nietzsche no basta con matar a Dios para trasmutar los valores. La filosofía por venir, la que él anhela, no es ni histórica ni eterna, es intempestiva, deviene siempre otra cosa.

 

-El SUPERHOMBRE surge tras el reconocimiento de los errores del humano, del origen de la decadencia que trajeron las enseñanzas de Sócrates y Jesucristo. Entre esos errores podemos recordar la idea ilusoria de un más allá perfecto, el cual es el culmen de nuestra existencia. Que la pregunta sea por el más allá, funda la metafísica. Nietzsche huye de la metafísica y sus principales propiciadores. Para Nietzsche, la metafísica muere con la muerte de Dios, con la experiencia de un devenir más allá del bien y del mal.

-Según Nietzsche, no basta con matar lo que uno mismo creó: Dios. Antes de Sócrates había deidades, ni dioses buenos ni malos (no había ese pensamiento binario). Antes de Sócrates, Apolo (razón) y Dionisio (pasión) funcionaban sin oposiciones, sin confrontaciones. Pero la idea de un Dios único hizo que el triunfo tendiera hacia Apolo, esto lo podemos ver en la ley, las instituciones, el control.

-Sea el momento de recordar las tres transformaciones. El camello representa la carga, el peso del deber, y está asociado con la muerte de Dios. El León implica el haber tomado el poder y el afianzamiento de un antropocentrismo, del triunfo del hombre. La niñez es algo que se asocia con el futuro. Ser niño es establecer la relación con el juego. Jugar es emancipar las cosas de sentidos únicos, establecer múltiples relaciones. 

-El superhombre se reconcilia con la debilidad. Reconciliación con aquello de lo que hemos querido huir. La reconciliación es con la vida que hemos negado, que la hemos vuelto otra cosa.

-Uno de los llamados de Nietzsche es a entendernos como un campo de batalla.

 


-Para comenzar a pensar en la VOLUNTAD DE PODER es importante observar que en cualquier fenómeno distinguimos fuerzas que actúan y otras que reaccionan. Las primeras son activas, primarias, de conquista y subyugación. Las segundas son reactivas, secundarias, de adaptación y regulación. Ahora bien, la relación de la fuerza con la fuerza es la voluntad.

-De entrada no se puede entender que la voluntad quiera poder o desee dominar. Es erróneo concebirla como “deseo de dominación”, pues según la idea de Nietzsche la voluntad de poder es una potencia de actuar, una potencia del pensamiento, una fuerza activa, vital, en movimiento, es decir, todo lo contrario de un poder anquilosado y del deseo de querer dominar. La voluntad de poder, entonces, consiste en crear, en dar.

-No hay que olvidar que una fuerza manda por voluntad de poder y una fuerza obedece por voluntad de poder. Las fuerzas activas afirman. Las fuerzas reactivas niegan, se oponen. Para Nietzsche la historia nos evidencia que las fuerzas reactivas son las que han triunfado. Ha triunfado el no sobre el sí. La negación sobre la vida es lo que constituye el nihilismo. Las fuerzas reactivas las encarnan los esclavos, éstos han triunfado por la sustracción de la fuerza de los otros y gracias a la potencia de su contagio. Sin embargo, al estar como triunfantes en el poder, sus fuerzas no dejan de ser reactivas, negadoras. Los amos son esclavos que triunfan (esta es la lógica y lo que significó el nazismo). De esta manera, la voluntad de poder sí se hace nociva, pues es la voluntad de poder de los amos-esclavos.

-Hay trasmutación de valores cuando se sucede un devenir activo de las fuerzas, “un triunfo de la afirmación dentro de la voluntad de poder”.

 

-El ETERNO RETORNO tiene una de sus primeros anuncios en La gaya ciencia y luego es anunciado en la voz de Zaratustra que nos conduce a la metamorfosis, a la trasmutación. El eterno retorno nos permite una interpretación ética, la posibilidad de rehacer; y también una interpretación exegética, la posibilidad de repetir lo mismo. Con el eterno retorno también tenemos la posibilidad de desarmar la linealidad del tiempo.

-El retorno como una experiencia vertiginosa, del límite, del entre. Se requiere del olvido para situarse en el instante (una experiencia por fuera de la historia). El mundo como algo que se encuentra a cada instante de su historia acabado y terminado. El tiempo del Eterno Retorno es el instante

-El eterno retorno como el reino de la no identidad, sino de la pluralidad de formas. También como simulacro y parodia, de tal manera que está más allá o más acá del principio de realidad y de identidad.

-Concebir el eterno retorno como círculo vicioso, conlleva una nueva versión de la fatalidad y una afirmación vehemente del caos. En cambio, a la luz del Nietzsche convaleciente, regresar es el ser del devenir, lo uno de lo múltiple, ya no como fuerzas opuestas. “Lo que regresa no es lo Mismo, puesto que regresar es la forma original de lo Mismo, que se dice de lo diverso, de lo múltiple, del devenir. Lo Mismo no regresa, solo es lo Mismo el regresar de lo que deviene.” (Deleuze, 34). Entonces, no es retorno de lo mismo, ni retorno a lo mismo.

-Nietzsche quiere “liberarse de la progresión rectilínea de la humanidad – la marcha “dialéctica” irreversible del materialismo histórico – para intentar vivir según una representación del círculo en la que no sólo está todo perdonado, sino donde además todas las cosas son restituidas.” (Luis Ferrero Carracedo).

-El eterno retorno implica ser selectivo. Es la repetición que selecciona y libera.

 

Imágenes tomadas de la circulación libre en la red.

lunes, 27 de junio de 2022

Omar Ardila y su Estela de sombra

Comparto el texto que escribió la poeta Luz Helena Cordero para presentar mi poemario Estela de sombra, el 25 de junio de 2022, en Bogotá.



Omar Ardila y su Estela de sombra

 

Por Luz Helena Cordero Villamizar

 

En su iluminador texto sobre el verso libre, nos dice la poeta María Teresa Andruetto que «La poesía es lenguaje cargado de posibilidades». Y se pregunta « ¿Qué le da al poema su fuerza, su durabilidad, su alojamiento en la memoria?» y responde que es justamente eso: «Su capacidad de quedarse en nosotros, su triunfo sobre el caos, sobre la banalidad del mundo y de las cosas, su resistencia al paso del tiempo, su pequeña victoria ante lo efímero y lo fugaz. La intensidad hace a la poesía y nos permite diferenciarla de todos los otros modos de la palabra».

Y es que precisamente esta palabra se me impone mientras leo los poemas de Omar Ardila: intensidad. Capacidad para penetrar y permanecer. Fuerza casi imperceptible, aguda en su levedad, gota que penetra la roca. Hay en sus versos potencia de lo apenas sugerido, racionalidad de filigrana, latencia de sentidos y un don exquisito que se me antoja llamar el arte de la discreta abundancia: esa capacidad para combinar el rigor, la mesura de las palabras, con su enorme resonancia.

 La verdad duda de su cuerpo vaporoso…

 Estoy detenido en una isla que le teme al océano…

 El cántico más arraigado es una plegaria de olvido.

 Hay también una insistencia en los contrarios, en la paradoja, en el decir mientras calla, en el silencio que todo lo revela.

 Poderío real de la palabra el que existe antes de ser articulada…

 Vi cómo el lenguaje existía desde antes que el silencio y cómo el silencio era el más expresivo lenguaje.

 Me bebí el agua del olvido y recordé todos los olvidos.

 Su poesía reunida comprende cinco libros de poesía (2005-2022) y el conjunto de sus títulos traza la estela de su pensamiento y su sensibilidad. Alas del viaje en un instante (2005) abunda en reflexiones y afirmaciones contundentes. Corazón de otoño (2010) horada en la Nada. Los dioses están muertos y Dios desorientado, con sus alas rotas. Hay hambre y ausencia de esperanza, el augurio es la nada, pues «somos marionetas de la muerte», proyectos fracasados de Dios, Ícaros caídos en el vacío. Porque los paraísos no solo están ausentes; es que el vacío acuna a los recién nacidos. ¿Cabe mayor nihilismo? A la exclamación de Nietzsche « ¡Dios ha muerto!» se añade la carencia de su evocación, que es de doble vía:

 Mañana ya no seremos nada. Ni siquiera un mal recuerdo de Dios.

 Quizá la música es la única salvación y ni siquiera ella puede contra el olvido. Quizá son las palabras y su poder de creación las que sustituyan al dios.

 Hablo de los miedos crepusculares

que disipaba mi madre con la dulzura de sus palabras.

 El poeta invoca también la memoria ancestral y la naturaleza como bálsamos para curar las heridas, para amamantar la esperanza. Llegan las raíces y con ellas renacemos «en pan, en orquídea, en café, en roble milenario»; acude aquel árbol para narrar las historias que albergó bajo sus ramas generosas y que un día se desnuda y nos enseña cómo marchar altivos hacia la muerte.

En los Espejos de niebla (2013) se reflejan las ciudades ruinosas, con sus calles de angustia, donde el asfalto devora sonrisas y multitudes que «han perdido su noche». La amenaza de su sierpe, esa forma de impedir que germine la «flor nocturna» del amor, sembrada entre camastros, nutrida de mentiras y espejismos. Y llega esta exclamación que penetra en la hondura del ser: «Nunca logramos entender que en nuestro campo de batalla la mejor arma era el silencio».

 

Soy libre:

sin memoria

sin esperanza

sin origen

sin final

 Hay un «Doble yo» transitando las páginas, ese otro que le da sentido a todo lo que borra el descreimiento y el olvido. Otro que escribe, casi de manera compulsiva, vistiendo de sentido y belleza las palabras, regando con su pluma el jardín de las voces, renovando el ritual de la memoria.

 En Luces sobre las piedras (2016) persisten la desesperanza, las «falsas victorias», se hace carne la indolencia, la presencia de esa realidad social representada por el hambre, los genocidios, los desplazados, los desaparecidos, el tiempo de los asesinos que es eterno. Pero cuando el cielo se abre bajo nuestros pies, es tiempo de desplegar las alas. Asfixiaremos «la muerte con gritos libertarios» y eso permite ver «luces sobre las piedras». Aquí la poesía se impone con su caudal de imaginación creadora:

 ¡Aprendimos a desafiar las tinieblas con más oscuridad!

 Viene entonces el llamado a la libertad, a la utopía. Ya no hay temor al vacío ni a la ausencia de Dios. ¡Aquí se abre paso nuevamente la esperanza!

 «Con las piedras arrojadas / contra mí / he construido los muros / de mi casa», escribe Anise Koltz. Con su Estela de sombra Omar Ardila le apuesta todo a lo perdido. El destino del poeta se labra entre paredes de bahareque, cuando lo abandona su ángel de la guarda, cuando está solo frente a la oscuridad. Es hora de erigir espejos ante la Nada, de proyectar la Nada ante el espejo. Hay un desprecio, un rechazo a este presente repleto de malas noticias y además una promesa: nunca más creer que todo pasado fue mejor.

 Esta poesía destila inteligencia y baraja ausencia, olvido, soledad; en estos versos puede morir el aire, y el silencio se transforma en un «caudal de gritos». La gran estela de este libro es la intensidad que resuena en algún paraje del ser.

 

Bogotá, junio de 2022

A continuación comparto algunas imágenes del evento: