viernes, 26 de septiembre de 2025

Regresar a la tierra de alegrías

 


A continuación comparto la presentación que realicé para Regresar a la tierra de alegrías - antología poética de Ángel Sierra Basto, el primer título de los Cuadernos Laboyanos de Literatura. Los editores de este cuaderno fueron Leonor Valencia y Esmir Garcés.

Proemio

Me complace presentar el primer volumen de los Cuadernos Laboyanos de Literatura y contribuir con ello, al rescate de las voces que desde el sur del Huila han aportado al enriquecimiento de las letras nacionales. Agradezco la invitación que me hicieron para seleccionar y presentar la obra del poeta Ángel Sierra Basto, seudónimo del laboyano Víctor Manuel Cortés Vargas, quien no solo se dedicó a la escritura de poesía, sino que también se desempeñó como gestor cultural y cívico, columnista, narrador y asesor jurídico y político.  

Dimensiones, editado en 1963 por INTERCOL, talleres de la Imprenta Departamental del Huila, fue el único libro que se publicó en vida del poeta, sin embargo, un buen número de sus otras creaciones líricas fueron difundidas en revistas, periódicos, antologías y, póstumamente, recogidas por la hija y el nieto del poeta, Inés del Rosario Cortés Rincón y Andrés Óliver Ucrós y Licht, en el libro Vida y obra del poeta papelípola Ángel Sierra Basto – Xenias & Apophoretas de Menein Laos (2021). Este último es el que utilicé para hacer la presente selección poética, aunque no seguí la estructura que los autores elaboraron, sino que dividí el libro en dos partes: en la primera, se encuentran los poemas del libro Dimensiones y en la segunda, los demás textos que fueron publicados a lo largo de la vida del poeta y los que quedaron como inéditos, que se recogen en la obra póstuma, citada anteriormente. 

Junto a los Papelípolas, el importante grupo de vanguardia literaria que surgió en el Huila a finales de la década de los cincuenta del pasado siglo, en sus noches de bohemia y ensueño, conoció y se dejó imbuir por las voces de clásicos, modernistas, autores malditos y algunos vanguardistas de Latinoamérica. Sin duda, el haber hecho parte de los Papelípolas le abrió el mundo en perspectiva creadora para poder desplegar las múltiples inquietudes, que ya lo acompañaban desde los primeros años de su juventud. Por medio de la poesía quiso encontrar equilibrio frente a las múltiples inquietudes filosóficas, místicas y científicas que lo invadían, así como consuelo ante la soledad angustiosa, la desadaptación y la rebeldía, que de a poco se fueron manifestando.

Entre su producción poética se pueden encontrar textos con un tono escéptico y a la vez crítico; reflexivos y cuestionadores de la cotidiana realidad, a la que responde con la creación de otros ambientes, en los que aflora su novedoso universo poético. Hay horas como pulpos, Nesciencia y La verdad metastable, son poemas que sorprenden por su certera declaración de extrañeza en el mundo: se siente como un “enano cefalópodo” angustiado por el paso de las horas, que avanza “tremante de espasmos, por caminos ignotos” y se deleita optando por una “conducta de ´mala fe absoluta´ para cumplir con su propósito de “nihilizar lo básico de toda realidad”.

Por otra parte, en poemas como Noesis y Este árbol, da cuenta de su inquieta búsqueda espiritual desde su temprana juventud en las selvas colombianas hasta el encuentro presentido con el oriente, donde posee un palacio, dialoga con sultanes, estudia con fervor el Korán y cumple sus obligaciones religiosas en la Kaaba. Pero las historias de esas inolvidables noches, con vinos espumosos y elixires opiáceos, lo van llevando al agotamiento, al punto que se dispone para el despojo continuo según los principios del Buda.

La inquietud ante la muerte es otro de los temas capitales en su obra, ya esbozado en su libro Dimensiones y profundizado en los últimos poemas, donde se prepara para el encuentro con la Nada y se va despidiendo de sus amigos, de su esposa y de sus lugares amados. Ante la muerte se muestra inquieto, sin embargo, exhibe con convicción las certezas que le ha dado la vida. Ahora es consciente de la finitud del ser, pero sabe que deja el legado de su palabra y que aún quedan los paisajes, siempre amables, que lo han extasiado y ha podido compartir con quienes aún tienen tiempo para contemplarlos. Y aunque parece experimentar cierto desdén por la partida, no olvida que en “la alegre danza de la despedida” también hay “una triste evocación de la alegría”.

Un aspecto importante que también está presente en la obra de Ángel Sierra Basto, es su juicioso trabajo con el lenguaje. Por un lado, hay una exploración que evoca composiciones medievales, como sucede en el poema Rimas Rúnicas, estableciendo un recorrido por el alfabeto y dedicándole un verso a cada palabra: “Álgido amor, ascidio, astrolabiado / (…) labio libelular, lengua lasciva”. Esta búsqueda lo acerca, en cierta forma, a las exploraciones de León de Greiff y lo ubica en la vanguardia literaria de los años sesenta. Por otra parte, apela constantemente al uso de un rico léxico, erudito en muchos casos, con complejos términos de lenguajes científicos, mitológicos o filosóficos. Asimismo, gusta de otorgarle nuevas funciones a las palabras, como verbalizaciones de sustantivos o nominalizaciones de verbos.    

Finalmente, quiero destacar el permanente vínculo con el territorio huilense, que está presente a lo largo de toda su obra lírica. Estos poemas son recogidos en la edición póstuma de 2021, bajo el acertado nombre de Geografía poética de mi tierra. Son poemas que exaltan las virtudes de un territorio, que evocan con nostalgia esos momentos en que el asombro y la contemplación lo impregnaron de vitalidad y ensueños, y que lo invitan constantemente a regresar a la tierra de alegrías, su amada Laboyos, “donde se bebe miel sobre los pétalos / con frenesí de esencia de las horas / y una embriaguez de frutos en la sombra”.    

Omar Ardila, 2025


Los dejo con tres poemas que hacen parte de la antología:


HAY HORAS COMO PULPOS

 

La realidad de enano cefalópodo

mimetizada su virtud cobarde.

Allí donde la playa es más amena

hinca el pico ganchudo, con alarde;

vomita fango pútrido, envenena,

y valida mi tesis con su insulto:

Hay horas como pulpos.

 

Hay horas como pulpos,

como los pulpos que venció Girard

bajo la roca de ‘quien-duerme-muere’.

Horas del angustioso resbalar

por las ciegas callejas de Spleen.

Hay horas como pulpos

con lascivos tentáculos de envidia.

 

Relajada se encuentra toda fibra

de la mano de Dios, que se apretaba

sobre el volante rojo del propio corazón.

No se encuentra su rostro en la derrota

ni presta fuerzas al vivir cansancio;

con su propia intuición,

sabe la vida a lúpulo:

Hay horas como pulpos.

 

El agua clara de la propia vida

con colorantes fétidos se tiñe.

Es el cansancio laxitud del alma

y es ira, y es fastidio y es dolor.

Abraza el hectocótilo de valvas

del amigo traidor en el saludo

y hay horas como pulpos.

 

Horas con todo el equilibrio roto,

Dios escondido y Cristo más remoto.

Es el día en que ataca el cefalópodo,

es el obrar pegado con la duda

y el homicidio del que a nadie culpo

si no sabe esperar cual manda Buda

porque existen las horas como pulpos.

 

ESTE ÁRBOL

 

Este árbol pertenece a los mágicos cuentos

del sultán que mataba, cada noche una esposa,

es carente de brazos en que enreden los vientos 

y en la melancolía tibiamente reposan.

 

Entre las verdes cintas que forman su follaje

no se hospedaron duendes ni laureles ni flores;         

pero sí los nidales de azul sietecolores

y en el verdor del cono hallaron su hospedaje.

 

Como una nave cósmica el árbol se levanta

y su corteza tiene la droga del dolor;                           

y sus cintillas verdes lloran pero no cantan  

-parece que encarnaran lo triste de un amor-.

 

Frente al parral que adorna mi casa campesina

tres corpulentos sauces se disparan al cielo.

En su quieta tristeza el sol los ilumina:

Hieráticos guardianes de sueños y anhelos.

 

Quiero que el sauce triste mi sepultura guarde,

que su inmensa nostalgia sea el símbolo que diga:

que transité el camino hasta entrada la tarde

y me fui sin deberle cosa alguna a la vida.


REGRESARÉ

                                                            

Y deseo regresar hacia Laboyos 

en mi busca del ritmo de la vida

porque la luz y sombra anhelo fueron

y amo la flor en fruto y la semilla.

 

Porque quiero un remanso de guaduales

y las aguas con ámbar diluido

y la unidad del río con el paisaje

y el cielo en mis poemas presentido.

 

Porque busco de amigo al artesano,

al ebanista, al dueño de la tienda,

al del chircal, al jornalero raso

y al que enseña los potros a la rienda.

 

Porque admiro al labriego en su parcela

y la alfarera modelando el cántaro,

al curtidor de pieles, al vaquero

y lavanderas de flexible brazo.

 

Porque me hastié de ceremonia y rito

de inclinación y de rendir ofrenda

y comprendí que sólo en Pitalito

la dignidad humana vive enhiesta.

 

Regresar a la tierra de alegrías

donde se bebe miel sobre los pétalos

con frenesí de esencia de las horas 

y una embriaguez de frutos en la sombra.

 

*  *  *

 

La canción del amor viene al oído                                    

saliendo de las razas campesinas

y se apaga la sed de los sentidos

con sólo retozar en las colinas.

 

Regresar hacia el aire con perfumes

y el familiar abrazo de los ríos

donde el color desde el jardín fluye

y es la floresta de colmena y trino.

 

Y es cumplir las palabras de Mahoma

abandonado al laboyano hechizo,

vivir entre belleza, paz y aroma

¡sin salir otra vez del paraíso!


Ángel Sierra Basto


Foto tomada del libro Vida y obra del poeta papelípola Ángel Sierra Basto – Xenias & Apophoretas de Menein Laos (2021) 

Ángel Sierra Basto, seudónimo de Víctor Manuel Cortes Vargas, nació en Pitalito en 1923 y falleció en Neiva en 1992. Fue poeta, narrador, asesor jurídico, político, periodista, minero y gestor cultural y cívico. Hizo parte del grupo literario y cultural Los Papelípolas, fundado en el Huila hacia 1958 e integrado, además, por Gustavo Andrade Rivera, Rubén Morales, Luis Ernesto Luna, Darío Silva Silva y Julián Polanía Pérez.

Ejerció diversos cargos públicos, entre los que se destacan: alcalde de Gigante, juez civil del circuito en Pitalito y Florencia, concejal de Neiva, secretario de la Asamblea Departamental del Huila, secretario privado de la presidencia del Senado, director administrativo y financiero de la oficina de juicios fiscales de la Contraloría General de la República en Neiva, inspector de trabajo y jefe de personal de obras públicas del Huila.

En 1960 organizó el Archivo Departamental del Huila y en 1962 ayudó en la creación de la Fundación Jorge Eliécer Gaitán y la Asociación Centro Recreacional Popular Club Cívico del Huila.  

Publicó en 1963 el libro Dimensiones. Algunos de sus otros poemas se divulgaron en revistas y en diversas antologías. Su obra completa fue compilada y editada póstumamente por la hija y el nieto del poeta, Inés del Rosario Cortés Rincón y Andrés Óliver Ucrós y Licht, bajo el título Vida y obra del poeta papelípola Ángel Sierra Basto – Xenias & Apophoretas de Menein Laos (2021). También fue columnista en el semanario El Debate y en el Diario del Huila.

domingo, 16 de marzo de 2025

La balada. Educación sentimental de una época

 


A continuación comparto el texto que leí en la presentación del libro, La balada. Educación sentimental de una época, del poeta y ensayista Carlos Fajardo Fajardo.


Canciones y poemas del alma

 

Amores igual que canciones
Dolores igual que sonatas
Todos flotan en el aire
Y son poemas del alma

Manolo Galván

 

La balada como forma artística tuvo su apogeo al final de la Edad Media europea en ámbitos cortesanos y, de entrada, estaba emparentada con la poesía, pues tenía como componentes básicos la brevedad, lo narrativo, las rimas cruzadas, así como también la reiteración de un estribillo (básicamente un verso) cada tres estrofas. Además, estaba destinada para ser cantada siguiendo una estructura polifónica con una voz principal y una o dos secundarias, aunque estas también podían ser instrumentales.

Esta forma de expresión lírico-musical tendría luego, en el romanticismo, una adaptación por parte de compositores clásicos como Chopin, Brahms o Liszt, en obras para piano y orquesta. El esquema y la inspiración tenían mucho que ver con la que había surgido previamente en las cortes francesas e italianas.

Ya entrado el siglo XX, la balada se aproximó a los entornos populares, constituyendo lo que se ha llamado como balada romántica, una forma musical corta, con ritmos suaves y lentos, cuyos temas se concentran en amores, desamores, despedidas, reconciliaciones o nostalgias. En palabras del etnomusicólogo Daniel Party, la balada es “una canción de amor de tempo lento, interpretada por un cantante solista generalmente acompañado de una orquesta”.

Un primer antecedente se pude ubicar en los Estados Unidos de Norte América, en las creaciones de ciertos inmigrantes europeos que llegaron con posterioridad a la I Guerra Mundial, quienes traían arraigadas las formas clásicas y empezaron a integrarse con los ritmos que encontraban en el nuevo territorio, donde la nostalgia era manifiesta en medio de los hombres y mujeres esclavizados que habían llegado de África. La tonalidad suave y las letras amorosas fueron perfilando el corpus central del fenómeno que luego se extendería al resto de Latinoamérica.

Hacia 1960, países como México, España o Italia recibieron el influjo de esas baladas que una década atrás habían empezado a acompañar los electrizantes sonidos del rock and roll estadounidense, en los que el componente sinfónico había sido tomado de la balada, dándole cierta línea melódica, suave y acogedora. Las canciones de Elvis Presley, Paul Anka o Neil Sedaka fueron traducidas y adaptadas al sentimiento latino, con lo que se dio inicio a todo un movimiento de afectos y complicidades, que se extendió al resto de los países de América y a algunos de Europa y Asia.

En este punto arranca el libro de Carlos Fajardo Fajardo, La balada educación sentimental de una época, cuando esta música estremecedora irrumpe en la cotidianidad de un barrio de casas blancas y aviva el espíritu de los adolescentes que son presa fácil de los flujos del deseo. El autor nos hace partícipes de ese asombro que lo envuelve, de ese misterio que poco a poco se va desnudando y lo pone de cara a las peripecias amatorias, a la fuerza de la amistad y a los sueños de un mañana en que sea posible vivir en libertad.

El investigador Jesús Martín-Barbero al pensar la balada habla de una “integración sentimental latinoamericana”, y esto es precisamente lo que Carlos Fajardo logra desentrañar y transmitir por medio del recorrido que propone, el cual va desde la experiencia subjetiva hasta los entrecruzamientos que forjan una época en la que los cantores y cantoras de baladas, definen una experiencia musical que alcanza a estructurar un sentir común de las generaciones de posguerra, que le apostaban a otras maneras de vivencia de los afectos.

Con la certeza de que un breve poema, tal como lo ha advertido Gastón Bachelard, “debe dar una visión del universo y el secreto de un alma, un ser y unos objetos, todo al mismo tiempo”, Carlos establece un vínculo con la balada romántica y nos propone dos instantes reflexivos en la conformación del libro: el primero está tejido por las vivencias que a él y a su generación los interrogaban desde los flujos que aquella música iba esbozando. Sugestivos títulos, como Suramérica: “¡Ay país, país, país!” o Colombia: “Este viento amor”, destilan lo poético que hay detrás de esas composiciones para entregarnos un trago ensoñador, poderoso y provocador. El segundo instante es un reconocimiento a esos autores y autoras que hicieron de la música su camino y su morada, así como también a los festivales que permitieron el lucimiento de los intérpretes y el gesto solidario del compartir latinoamericano en torno de una música que a la vez era un llamado al despertar de otras sensibilidades.

Finalmente, con la expresión de gratitud y celebración por esta nueva publicación de Carlos Fajardo, vuelvo al estribillo de Manolo Galván, “el mundo es un pobre poema que solo recita el alma” y lo enfrento al espejo de Jung en el que se concibe el alma “como lo vivo en el hombre”, para que sea la paradoja la que nos permita atisbar desde el faro del tiempo, de qué intensidad fue el influjo que aquellas canciones y poemas del alma nos trajeron en nuestros años mozos y cómo hoy podemos verlas con una perspectiva nostálgica o vital.

 

Omar Ardila, 2025