lunes, 27 de junio de 2022

Omar Ardila y su Estela de sombra

Comparto el texto que escribió la poeta Luz Helena Cordero para presentar mi poemario Estela de sombra, el 25 de junio de 2022, en Bogotá.



Omar Ardila y su Estela de sombra

 

Por Luz Helena Cordero Villamizar

 

En su iluminador texto sobre el verso libre, nos dice la poeta María Teresa Andruetto que «La poesía es lenguaje cargado de posibilidades». Y se pregunta « ¿Qué le da al poema su fuerza, su durabilidad, su alojamiento en la memoria?» y responde que es justamente eso: «Su capacidad de quedarse en nosotros, su triunfo sobre el caos, sobre la banalidad del mundo y de las cosas, su resistencia al paso del tiempo, su pequeña victoria ante lo efímero y lo fugaz. La intensidad hace a la poesía y nos permite diferenciarla de todos los otros modos de la palabra».

Y es que precisamente esta palabra se me impone mientras leo los poemas de Omar Ardila: intensidad. Capacidad para penetrar y permanecer. Fuerza casi imperceptible, aguda en su levedad, gota que penetra la roca. Hay en sus versos potencia de lo apenas sugerido, racionalidad de filigrana, latencia de sentidos y un don exquisito que se me antoja llamar el arte de la discreta abundancia: esa capacidad para combinar el rigor, la mesura de las palabras, con su enorme resonancia.

 La verdad duda de su cuerpo vaporoso…

 Estoy detenido en una isla que le teme al océano…

 El cántico más arraigado es una plegaria de olvido.

 Hay también una insistencia en los contrarios, en la paradoja, en el decir mientras calla, en el silencio que todo lo revela.

 Poderío real de la palabra el que existe antes de ser articulada…

 Vi cómo el lenguaje existía desde antes que el silencio y cómo el silencio era el más expresivo lenguaje.

 Me bebí el agua del olvido y recordé todos los olvidos.

 Su poesía reunida comprende cinco libros de poesía (2005-2022) y el conjunto de sus títulos traza la estela de su pensamiento y su sensibilidad. Alas del viaje en un instante (2005) abunda en reflexiones y afirmaciones contundentes. Corazón de otoño (2010) horada en la Nada. Los dioses están muertos y Dios desorientado, con sus alas rotas. Hay hambre y ausencia de esperanza, el augurio es la nada, pues «somos marionetas de la muerte», proyectos fracasados de Dios, Ícaros caídos en el vacío. Porque los paraísos no solo están ausentes; es que el vacío acuna a los recién nacidos. ¿Cabe mayor nihilismo? A la exclamación de Nietzsche « ¡Dios ha muerto!» se añade la carencia de su evocación, que es de doble vía:

 Mañana ya no seremos nada. Ni siquiera un mal recuerdo de Dios.

 Quizá la música es la única salvación y ni siquiera ella puede contra el olvido. Quizá son las palabras y su poder de creación las que sustituyan al dios.

 Hablo de los miedos crepusculares

que disipaba mi madre con la dulzura de sus palabras.

 El poeta invoca también la memoria ancestral y la naturaleza como bálsamos para curar las heridas, para amamantar la esperanza. Llegan las raíces y con ellas renacemos «en pan, en orquídea, en café, en roble milenario»; acude aquel árbol para narrar las historias que albergó bajo sus ramas generosas y que un día se desnuda y nos enseña cómo marchar altivos hacia la muerte.

En los Espejos de niebla (2013) se reflejan las ciudades ruinosas, con sus calles de angustia, donde el asfalto devora sonrisas y multitudes que «han perdido su noche». La amenaza de su sierpe, esa forma de impedir que germine la «flor nocturna» del amor, sembrada entre camastros, nutrida de mentiras y espejismos. Y llega esta exclamación que penetra en la hondura del ser: «Nunca logramos entender que en nuestro campo de batalla la mejor arma era el silencio».

 

Soy libre:

sin memoria

sin esperanza

sin origen

sin final

 Hay un «Doble yo» transitando las páginas, ese otro que le da sentido a todo lo que borra el descreimiento y el olvido. Otro que escribe, casi de manera compulsiva, vistiendo de sentido y belleza las palabras, regando con su pluma el jardín de las voces, renovando el ritual de la memoria.

 En Luces sobre las piedras (2016) persisten la desesperanza, las «falsas victorias», se hace carne la indolencia, la presencia de esa realidad social representada por el hambre, los genocidios, los desplazados, los desaparecidos, el tiempo de los asesinos que es eterno. Pero cuando el cielo se abre bajo nuestros pies, es tiempo de desplegar las alas. Asfixiaremos «la muerte con gritos libertarios» y eso permite ver «luces sobre las piedras». Aquí la poesía se impone con su caudal de imaginación creadora:

 ¡Aprendimos a desafiar las tinieblas con más oscuridad!

 Viene entonces el llamado a la libertad, a la utopía. Ya no hay temor al vacío ni a la ausencia de Dios. ¡Aquí se abre paso nuevamente la esperanza!

 «Con las piedras arrojadas / contra mí / he construido los muros / de mi casa», escribe Anise Koltz. Con su Estela de sombra Omar Ardila le apuesta todo a lo perdido. El destino del poeta se labra entre paredes de bahareque, cuando lo abandona su ángel de la guarda, cuando está solo frente a la oscuridad. Es hora de erigir espejos ante la Nada, de proyectar la Nada ante el espejo. Hay un desprecio, un rechazo a este presente repleto de malas noticias y además una promesa: nunca más creer que todo pasado fue mejor.

 Esta poesía destila inteligencia y baraja ausencia, olvido, soledad; en estos versos puede morir el aire, y el silencio se transforma en un «caudal de gritos». La gran estela de este libro es la intensidad que resuena en algún paraje del ser.

 

Bogotá, junio de 2022

A continuación comparto algunas imágenes del evento:





3 comentarios:

  1. Maravilloso privilegio compartir la existencia con la poesía en su esencia, con su sabores y desaciertos, gracias por compartir tanta belleza tanta integridad

    ResponderEliminar
  2. ¡Buena esa, Maestro!

    ResponderEliminar
  3. ¡Buena esa, Maestro!

    ResponderEliminar