El próximo 7 de marzo, a las 6:30 p.m. en las instalaciones de la Biblioteca Departamental Olegario Rivera de la ciudad de Neiva, se realizará el lanzamiento de la novela, El amor es una mentira pero funciona, del escritor huilense Luis Ignacio Murcia.
A continuación les comparto la presentación que hace de la novela, el escritor Gustavo Bríñez Villa:
LA FEMME FATALE O EL AMOR ES UNA MENTIRA PERO FUNCIONA
La femme fatale
o la mujer fatal corresponde a lo que en literatura se llama el personaje tipo que
reúne ciertos rasgos físicos, psicológicos y morales que un lector puede
reconocer con facilidad, pues forma parte de una larga tradición mítica y literaria,
presente, además, en el folclor y en casi todas las culturas: la de la mujer
bella, voluptuosa, sensual e inteligente, pero sin escrúpulos en la práctica de
la explotación sexual y económica, y de
una perversidad sin límites que conduce a la ruina y a la perdición a los
hombres que se dejan seducir por sus encantos.
La mujer ha sido también asociada con el amor y la
muerte, y su cuerpo visto como un campo de batalla entre Eros y Tánatos en la
fantasía del varón. E incluso su propio ser se concebía como un trasunto
simbólico de la muerte, al representar la imagen de esta última en figura de
mujer, al igual que al erotismo como el modo visual que asume la muerte al
presentarse para destruir la energía del hombre, según puede apreciarse en la
obra de pintores simbolistas del siglo XIX como Füssli.
Y entre los impresionistas y la vanguardia pictórica hay
que mencionar a Renoir y Picasso, que ilustran cómo la representación
individual y artística del varón se sirvió de la manipulación y anulación
femenina, de su muerte simbólica, para conquistar su libertad creadora. En este
orden de ideas, y bajo esta premisa conceptual proveniente de las feministas
Carol Duncan y Whitney Chadwick, recordemos una declaración de Renoir, “Pinto
como mi verga”, o esta de Picasso: “Pintar es como hacer el amor”, palabras en que la mujer, su cuerpo, al decir
de Chadwick, aparece como un ser sojuzgado y objeto de representación al
servicio del hombre.
En cuanto a la mujer fatal, uno de los casos
emblemáticos es Carmen, la novela de
Próspero Mérimée convertida en ópera por Georges Bizet, en la cual se da la
fusión entre la mujer, el amor y la muerte. Se cuenta allí la historia de la
gitana Carmen, mujer fría e impasible ante cualquier demostración de amor, que
enceguece de celos y lleva a la locura y a convertirse en asesino de cuatro
hombres a José Lizarrabengoa, sargento del ejército de España. Pero aquí Carmen
no sólo es victimaria sino también víctima, pues ella será al final asesinada
por el militar, quien en prisión declara: “La vida ha hecho de mí lo contrario
de lo que hubiera deseado ser”, para así expresar su infortunio y su desgracia,
que empezó el día en que se dejó enamorar por esa femme fatale. Y sin embargo, cuando en su celda el escritor le
pregunta si podría borrar a Carmen de su existencia, responde: “No, no, claro
que no”, mostrando así el poder de Carmen, que después de su perversidad y de
su muerte sigue viva en el corazón del hombre sentenciado.
De antiguo existen personajes de este tenor, como la diosa Ishtar de Babilonia, la Circe
homérica, las Dalila y Salomé bíblicas, y hace tiempo aparecen no sólo en la
literatura, sino también en el cine, en la ópera, en las artes plásticas y
escénicas, y en la música popular. Pero no siempre han sido objeto de reproches y oprobio, pues para el marqués
de Sade, que viene al caso, no eran un símbolo del mal, sino una suerte de
síntesis de todas las mejores cualidades de las mujeres. Y para teóricos
contemporáneos del asunto, una representación de la independencia femenina que
en actitud de resistir se opone a la cultura patriarcal hegemónica.
Bueno, siempre cabe la ambigüedad en la distinción
entre la maldad y el bien, o aún más entre virtud y lascivia, pues en nuestro
idioma el sentido cambia al decir que una mujer es buena, frente a cuando se
declara que una mujer está buena.
Una mujer fatal es el personaje protagónico de El Amor Es una Mentira pero Funciona, la
novela del profesor Nacho Murcia, de la Universidad Surcolombiana, quien ganó
recientemente el Concurso Departamental de Minicuento que programa el municipio
de Palermo. Con esta nueva creación nos conduce al mundo de las aventuras procaces
de la protagonista, desde joven experta en transgredir la moral al uso y capaz
de ejercer sus artes amatorias con varios incautos a la vez, a los que envuelve
en la telaraña de su maldad para derivar rendimientos económicos.
Como ocurre en el cine negro de los cuarenta, en la historia
que se nos relata se miente en el amor. Sin
embargo el personaje, que cruza de continuo el débil límite entre el amor por
interés y la profesión más vieja del mundo, se actualiza para trascender aquel
estereotipo de la mujer araña que prende a sus amantes en su red o el de la vampiresa que
consume hasta la última gota del bolsillo y del alma de sus hombres, pues
tampoco se resiste a la práctica del amor lésbico a los ojos concupiscentes del
pintor Francisco. Sofía, ese es su nombre, es así un artefacto de amar que se
ampara en las sombras en pena del reino de lo natural, del mundo del capitalismo
de hoy en donde sólo vale el interés egoísta, como dice uno de los versos de Ala de Colibrí, la canción de Silvio
Rodríguez.
De lenguaje sencillo y directo, más en el entorno del
habla que en el de la lengua, la narración transcurre en varios puntos de
Neiva, tales como los barrios El Altico, San Silvestre, Los Pinos, Pizarro y
Manzanares, el centro de la ciudad, las viejotecas Añoranzas, El Ayer y Tienda
Garibaldi. Pero en especial en los ambientes de la vida nocturna de los bares de Cándido y Santa
Inés y su público variopinta, en que se confunden los gotereros de oficio, las fulanas
tentadoras y las que no lo son tanto, los que duermen en el andén, los
aspirantes a narradores o poetas, los insurrectos de salón, los tiras de mil
máscaras, los mantenidos con humos de gigolós, los travestis, las pre y pos
pago, los gordos sin amor, la bohemia universitaria, algunos vejancones fieles
del viagra y viejitas achacosas que se cruzan en el camino con los que recién
acuden, mirando con desaprobación a la concurrencia. Pero en algunos episodios
el lenguaje se refina en una sutil amalgama de timbre poético y erotismo, como
en el del amor sáfico que observa en actitud lúbrica el pintor de la historia.
Al final de la novela el pintor logra romper los lazos
de la pasión morbosa que lo ataban a Sofía y lo habían puesto al borde de la muerte.
He aquí otra vez el vínculo entre Eros y Tánatos, entre el amor y la muerte,
que acompaña siempre a la figura de la mujer fatal. No en vano la última vez
que hablan, la breve conversación se da en un funeral, el de la madre de la
protagonista. El relato mismo es aquí una especie de catarsis que le sirve a
Francisco como medio de negar la existencia inquietante y destructora de la femme fatale. Y ella, por su parte, en
el monólogo con que termina el libro, admite su carácter de mujer vacía e
incapaz de amar, y de objeto sexual que se vende al mejor postor, algo así como
un ser inerte, sin vida, que se encuentra ya en el espacio de la muerte, el de
su profunda alienación.
Una sugestiva novela para leer y reflexionar en un
país en crisis en que todo vale y en donde oro o billete verde matan cualquier
cosa que les salga al paso. Felicitaciones, Nacho, valió la pena el ahínco y la
dedicación para exorcizar con la escritura a esa Lilith o diabla del sexo, la
avidez y la rapacidad que transita por tu narración.
Foto del autor, Luis Ignacio Murcia, realizada por Martín Borrero
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