Un punto de partida para iniciar el recorrido por la poesía de Yezid Morales podría ser el retomar ese verso confesional que encierra toda una metafísica: "Silencio es la voz que me nombra...".
Llena de interrogantes, de búsquedas que se esfuman y que sólo tienen presencia en el instante, así es esta poesía, al menos la que he leído en "Monólogo de uno que no sueña" (2009, Fondo de Autores Huilenses). No hay concesiones, sino contundencia en la expresión del verso que se aproxima a la desposesión: "Haber sido otro... para ser uno mismo..." Un flujo que evidentemente muestra agotamiento, aunque no derrota; más bien anhelo de profundidad. El querer haber sido otro no es más que un reclamo ante la dictadura de las máscaras que tenemos que mostrar, aunque nos consuma la herida. Pero el anhelo del poeta es mayor, pues también desea ser en otro tiempo y en otro espacio, quizás en otra forma de vida y con otros impulsos energéticos:
"Mejor haber nacido en utopía,
en el no lugar"
Únicamente el instante ("La vida solo es este instante que nos toca") es portador de alegrías, que aunque reconoce agotables, no lo aproximan al temor, sino a una suerte de dicha contemplativa, de éxtasis estético, como cuando ve pasar esa Reina vestida de amarillo y con luces en los ojos.
Y en esa cadena de cuestionamientos, no siente a la palabra como el bastión que provea más seguridades, sin embargo, sigue aliado a ella, sin dejar de enrostrarle en cada giro, sus incuestionables límites. Ve en el lenguaje, ese marcador de poder que discrimina, que estratifica pero que no logra develar el movimiento, como quizás sí logra hacerlo la pintura, esa otra vertiente creativa que explora Yezid Morales. Su lugar mítico es aquel que habla
"Desde el paisaje
que no alteran las palabras".
Es allí, quizás, donde logra
"abrazarse en medio de la sombra
con otro ser que no busque interrogantes".
Pero el poemario tiene una vuelta de tuerca, una segunda parte en la que el poeta se pregunta el ¿por qué de mi angustia?, si soy aunque no pueda ser, si encuentra cosas a favor, conspiraciones para que todo le sea propicio. Este tono conciliador circula en los 22 poemas de la parte final, sin olvidar el tono de pregunta. Podría decirse que hay una vocación integradora, una suerte de triunfo, una vuelta al equilibrio de ese espíritu escindido que antaño se impelía a no callar
"No te calles vocero de la imprudencia,
benefactor de la desesperanza".
pero que ahora ve llegar la luz disfrazada de altura:
¿Quién al final del túnel, sin interés ni compromiso,
pudo hacer posible tal mutación de la esperanza?
Aquí una selección de sus poemas:
Canto de lo oculto
Silencio es la voz que me nombra.
No intento saber del color o la forma,
ni del lugar
donde reclama el mundo
su cuota de poder.
Mejor la plenitud de lo inasible,
el borde silencioso del vacío
donde se apaga la llama
que alimenta la soberbia.
Mejor el arroyo prudente
que no enturbia la imagen
y enriquece el movimiento.
Mejor la presencia
que se esconde en el misterio
de lo simple y verdadero.
Haber sido otro
Haber sido otro,
un guerrero por ejemplo.
Luchar no con palabras
en la oscuridad de la idea,
sino gozar el color apacible
de la tregua,
en los brazos
de una cautiva bélica.
Haber sido otro
un adivino o un mago en la feria
de cualquier ciudad antigua.
Haber sido más inútil,
más libre,
más abstruso.
Haber sido de verdad uno mismo.
Otro lugar
Mejor haber nacido en utopía,
en el no lugar,
donde no azoten
los halagos de la suerte.
Haber sido con los días
no la suma de un acoso
caótico y oscuro.
Haber sido protagonista
del mismo desorden
con diferente prisa.
Haber comprendido a tiempo
el secreto
que nace del ahora
del instante,
del no lugar
de la nada también definitiva.
Paráfrasis de un zéjel
El cielo escribe en letras de oro mi nombre.
Los dioses aprecian cada uno de mis actos.
Los seres más bellos se conmueven con mis versos.
La tierra apenas tolera el peso de mi cuerpo.
Ni el cielo, ni la tierra saben el por qué de mi angustia.
XIV
El bailarín de la duda sistemática,
el promotor de las gotas de rocío,
el fabricante de enigmas y de lámparas,
el que silencia la queja del ocaso
y estimula las fiestas siderales
estrena hoy un nuevo magisterio.
No para enseñarle facultades al milagro
ni para entronizar la certidumbre
en los pasillos angostos de la crítica.
Intenta un diferente abecedario
para lucir ante los analistas
la única locura que lo justifica.
Crea un escándalo con un nuevo término,
se viste de luto, llora y se hace cruces
cuando se enemista con su ángel,
o en el patio de la casa
se apaga una luciérnaga.
Yezid Morales Ramírez es un poeta y pintor colombiano, nacido en el municipio de Garzón. Ha publicado los libros de poesía: "Pretextos para una Sonata" (1992), "Monólogo de uno que no sueña (2009) y la antología personal "Ocultos incidentes" (2010). Ha sido premiado en varias ocasiones a nivel nacional y se ha desempeñado como Director del Instituto Huilense de Cultura, Director de la Escuela Superior de Artes Visuales y Director de la Biblioteca Departamental del Huila.
Yesid cultiva junto a las perlas que adornan su venerable rostro
ResponderEliminarUna poesía que confiesa en muchos versos matices de gran sabiduría.
No escribe solo para deleitar el gusto de la estética, el ritmo y la música en la palabra, algo que sin duda logra con suma facilidad y pleno éxito,
Es también filósofo que propone la utilidad excepcional del aquí y ahora.