Nada me ha resultado más apropiado para revivir una de
mis lecturas de formación (la obra de Gastón Bachelard) que recorrer los poemas
de Jáder Rivera Monje, publicados en la revista Exilio No. 26, bajo el título,
“Todo el silencio”.
En efecto, con esta poética de los elementos, he
vuelto a dirigir la mirada hacia las imágenes de la materia y de nuevo la
ensoñación poética ha adquirido perspectiva creadora. Aquellas materias que
circulan fluidamente en los poemas de Jáder, nos piden ser imaginadas en profundidad,
en la intimidad de la sustancia y la fuerza.
De nuevo la conciencia de la imaginación imaginante,
sale al paso y nos propone una reapertura psíquica, incluso hacia la voluntad
de lo irreal: esa potencia del sueño que dinamiza la vigilia y que viene en la
sorpresa de la imagen literaria.
Bordear la intimidad de la materia (el espacio
afectivo que habita en su interior) nos aproxima a su levedad, a la conciencia
de su instantaneidad que funciona con la misma intensidad en la acción y en el
repliegue. Dice el poeta:
Si se cae, en el bosque,
una sola hoja suelta de
tristeza y espanto,
una hoja sola en el viento,
y la escucho,
la escucho desde el fondo del
alma caer…
Hay, pues, una resistencia
en la palabra de Jáder, como la resistencia de la tierra que se niega al
despojo del tiempo horizontal, como el ensueño de la voluntad y del reposo. Y hay
una confianza, una apuesta por la transparencia que sólo da el silencio, el
despojo de sí para volver en el tiempo de los elementos imperecederos:
Señor Dios,
vacíame de mí
y lléname todo de ave,
de tierra,
de viento,
de cielo.
Los invito a leer
una selección de esta poética esencial en estos tiempos de abandono.
SI SE CAE UNA HOJA EN LA NOCHE
Si se cae una hoja
en la noche,
una hoja sola que
nadie escucha.
Si se cae y sólo
yo, en la casa de mi padre,
abro los ojos y
grito…
Si se cae, en el
bosque,
una sola hoja
suelta de tristeza y espanto,
una hoja sola en
el viento,
y la escucho,
la escucho desde
el fondo del alma caer…
¡Cuánto dolor de
sombra,
de abandono, de
infinita indefensión de hombre!
¡Cuánta falta de
Dios
y de arrojarse
llorando a sus pies!...
Si se cae una hoja
en la noche,
una sola hoja que
nadie,
solo mi oído
escucha,
qué más pedir sino
piedad:
¡Piedad para la
hoja que cae, oh Bosque de Sombra!
¡Piedad para el
que abre los ojos y grita!
SEÑOR DEL SILENCIO
Señor del
silencio,
Señor Dios de la
hoja
que habla
cuando sopla el
viento.
Señor Dios del
árbol,
de la raíz,
del tronco,
del ave en la
distancia
y su cielo.
Señor Dios,
ten compasión de
mí,
salta sobre mi
pecho,
desgarra mi
garganta,
bebe mis sesos.
Señor Dios,
vacíame de mí
y lléname todo de
ave,
de tierra,
de viento,
de cielo.
Que muerto de mí
crezca sobre mí el
pasto.
Que muerto me
quepa
en el alma
todo tu silencio.
PROMESA
En las montañas,
entre los árboles más jóvenes
allí lo haremos.
Cuando caiga la
noche
y la luna de plata
cante sobre la cerca caída,
lo haremos.
Allí lo haremos
mientras el viento barre las nubes pesadas
y cae a tus pies
uno que otro lucero.
Allí lo haremos en
la vastedad de las noches profundas
que mueven
portentosos oleajes de hojas.
Allí lo haremos
junto a los húmedos bosques;
lo haremos después
de la lluvia,
aquí mismo sobre
estos húmedos helechos;
lo haremos aquí o
allá,
en esa ciudad
lejana que hierve en la noche,
en una alcoba cuya
ventana dé al cielo.
Y tendrás todo el
verdor del mundo en un abrazo,
todas las aguas
limpias de los arroyos en un beso.
Lo haremos
limpiamente,
como dos guerreros
dispuestos a la guerra;
dulcemente,
como dos niños que
juegan al amor y se aman.
Lo haremos una y
mil veces,
hasta que el
cuerpo se desplome sobre las jóvenes
hierbas,
hasta el fin,
hasta matar esta
muerte,
hasta matar esta
agonía que nos agobia el alma
y nos nubla los
ojos de pesadillas y eternos problemas.
Lo haremos sobre
los lechos de los ríos,
cuando los ríos
recojan sus cauces
y quede la arena
blanca y ardiente,
poblada de bellas
horas y de soles.
Lo haremos en los
estanques de agua,
bajo la dulce penumbra
de las cavernas;
lo haremos a la
orilla de los caminos,
lo haremos a la
entrada de las ciudades;
allí, en ese
bosquecito de cedros,
detrás o
recostados a los árboles más nobles.
Lo haremos porque
te amo.
Lo haremos porque
me amas y es tuyo y mío
el deseo.
TUMBA
Cuando la noche
sepulta al mundo bajo las sombras,
y como una bóveda
de piedra cae sobre mí el silencio,
me muero de todas
las muertes
y solo tu amor me
rescata de entre los muertos.
Sujétame duro en
esta noche de tumba
en que tirita la
hierba torturada por el frío.
Háblame al oído
mientras otro pronuncia mi nombre
como si emergiera
de las grietas de la sombra.
La pesadumbre
cabalga sobre mi estrella
y la ahoga en los
vastos y oscuros reflujos del río.
Viene por mí la
muerte con grito de pistolas
y me veo en el
cadáver ensangrentado de tu hijo.
Háblame de ese
hijo que balbucea en tu vientre
y de la flor que
no se marchita ni destrozan las pistolas.
Háblame del futuro
que alumbra al final de la sombra,
y del grito en mi
pecho, apaciguado por tu estrella.
EHXORTACIÓN DEL ANCIANO VENERABLE
Cuando suene el viento en los almendros,
te ha de conmover
el caer de una hoja.
Y si eres
inteligente,
has de comprender
que el silencio de la tarde
tiene en algo la
culpa de la caída.
Cuando cae una
hoja
es como si cayera
un hombre:
nadie se da por
enterado.
Tú mil veces has
caído
e inclusive,
hay días,
hay años
en que en ti mismo
persiste la indiferencia.
DESCRIPCIÓN DEL VIENTO
Viene el viento,
viene girando en
espirales de hojas y polvo.
Viene y rompe
llorando los espacios,
arrastra nubes,
atropella tempestades.
Viene en el agua,
en la caída del
agua de los cielos,
como un murmullo
de mil niños llorando,
como una creciente
de ríos desbordados.
El viento gira en
las cumbres heridas
por un mortal
glacial de milenios
y en el valle que
hierve en la noche
temperado entre
las hojas.
El viento está en
el cielo apagando las estrellas,
agitando la
lánguida flama de los muertos.
Está en el trémulo
estanque del reflejo,
donde la luna de
plata se contempla.
El viento despeina
los largos cabellos del sueño
y nos sueña en la
región donde somos más que susceptibles
y nos acomoda a su
modo en un bosque,
entre cedros y
hojas de plátano;
entre cafetales
que gimen bajo el peso de su cuerpo;
entre negras moras
de hojas aceradas,
entre cangilones
donde el agua llora
y grita su dolor
de reptil contra el lecho de piedra.
El viento nos
lleva por encima de las grandes ciudades
que desconocen el
escalofrío de los espacios abiertos.
Y nos hace sentir
infinitamente pequeños y vulnerables;
el viento, hijo
mío,
con esa dulce
crueldad de un dios infante.
Estos poemas son tomados de "Todo el silencio" (Ediciones Exilio, 2015)
Es todo el silencio de Jader lo que lo hace más grande en su mundo interior y que lo expresa en estos incognitos poemas de amor por lo privado y dentro de la soledad, el endiisado amor por la naturaleza. Felicitaciones Jader y adelante porque te queremos seguir leyendo.
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