Junto con el poeta Hernán Vargascarreño, hemos publicado recientemente la Antología latinoamericana de poesía homoafectiva del siglo XX, titulada, Las cinco letras del Deseo. En ella hemos juntado 85 autores de 17 países.
Tendremos una primera presentación de esta obra en la 29 Feria Internacional del Libro de Bogotá, que tiene lugar entre el 19 de abril y el 2 de mayo de 2016 (allí se está distribuyendo en los Stands de La Casa de Poesía Silva, El departamento del Huila y la revista Puesto de Combate). Luego vendrán muchas más presentaciones en Bogotá y en otras ciudades colombianas. Pueden adquirirla escribiendo al correo electrónico: fundacionexilio@gmail.com
A continuación les comparto el texto que escribí como presentación de la antología.
El
antiguo misterio
¿Cómo el antiguo misterio logra que sus puertas cedan ante el horizonte de humo y sombra? ¿Cómo esa muda presencia se encarna en el cuerpo de la noche? Desvelar ese secreto, insertar las cinco letras del Deseo en la
carne y la sangre y dejar que el corazón vuelva a su jugueteo tranquilo con
todos los espasmos, esa es quizás la huella
celestial que persigue esta arriesgada Antología de poesía latinoamericana
homoafectiva del siglo XX. Si bien es cierto que no es la primera en esta línea,
sí quiere hacer una leve presión para
que muchas voces aquí recogidas rompan con su enclaustramiento y se levanten
seguras, sin el temor que por tantos años les ha obligado al despojo de sus más
entrañables sentimientos.Y es que aún hoy, a pesar del avance en el
reconocimiento de las diversidades y de la multiculturalidad que se pregona,
publicar un texto literario sobre temática homoerótica, no deja de ser algo que
genera cierto escozor como resultado del largo tiempo en que la expresión del
afecto homosexual se mantuvo en el secreto, auspiciado por el pensamiento
patriarcal y heterosexista que ha favorecido una larga historia de olvido y
ocultamiento.
Cuando empezamos a
trabajar en esta selección de poemas, nos vimos abocados a la necesidad de
definir unos rangos dentro de los cuales movernos para tratar de no ser
repetitivos y aunque, como verán, hay textos que son revisitados en uno y otro
trabajo de este tipo, siempre quisimos apuntarle a los menos conocidos. La idea
general que rondaba el proyecto era la de juntar poemas que tuvieran como tema
central el mundo lésbico-gay-trans. En ese momento nos preguntábamos si, para
facilitar las cosas, recurríamos a la afirmación, dentro de la tradición
literaria, de una categoría que pudiera señalarse como “poesía lésbica o gay”,
o si sería más fácil hacer una selección de poetas que habían reconocido su
condición como lesbianas u homosexuales. Esta segunda opción, aunque más fácil
de reconstruir, lleva fácilmente a los determinismos y a los señalamientos de
un sujeto debido a las prácticas que realiza, algo muy contrario de lo que
queríamos reafirmar: la diversidad de expresiones afectivas que siempre nos han
acompañado, aunque no siempre hayan gozado de buena aceptación social.
Claro que intentar
categorizar una cierta escritura como masculina, femenina u homosexual, tampoco
es algo que nos convenza, pues creemos en la libertad creativa del artista y en
que la poesía es en sí misma, independiente del género de quien la escriba.
Entonces decidimos, como un acto reivindicatorio, apelar a ciertas temáticas
que a nuestro parecer corresponden con el sentimiento homoafectivo (lésbico-gay-trans),
lo cual permite incluir a poetas que le cantaron a esas pasiones aunque no se
estaban identificando con ellas. Podrán encontrar, por ejemplo, poemas de José
Eustasio Rivera, Miguel Rasch Isla o Gonzalo Rojas, quienes no hacen parte de
la galería gay.
El otro problema al que nos enfrentábamos
era el de definir un tiempo y un espacio que nos fueran manejables, pues ya
había publicaciones en castellano con similar temática pero bastante abarcadoras
en el tiempo o demasiado centradas en un lugar específico; aunque hay que
anotar que no es que abunden este tipo de trabajos y que aún es tarea pendiente
para los estudios literarios. Para hacernos una idea de estas publicaciones que
citamos, es preciso recordar que apenas a finales de los años 60 se vería la
primera antología de poesía gay en Latinoamérica, específicamente en Brasil, la
cual fue titulada, Poemas de amor maldito
(1969).
Luego de una larga sequía, con el
fortalecimiento de los estudios de género dentro del campo literario (que
provenían básicamente desde la academia estadounidense a partir de los años 80)
se fue rompiendo la timidez y
empezaron a aparecer antologías locales, como A corazón abierto: Geografía literaria de la homosexualidad en Chile
(2001); Antología de la Literatura Gay en
la República Dominicana (2004); Ardor
de hombre, primera realizada en Colombia y editada por Harold Alvarado Tenorio
bajo su sello Arquitrave, (2005); Poesía homoerótica: antología,
publicado por la Revista mexicana Alforja
(2006); Poemas
Homoeróticos Escolhidos (Brasil, 2011); Voces para Lilith, antología de literatura de temática lésbica en
Suramérica, editada en Perú en 2012; la realizada en Venezuela con el título, Versos diversos, Antología poética sexo-género
diversa contemporánea e hispanoamericana (2011); la antología ecuatoriana La astillada sombra de Sodoma (2013) y la
realizada en Cuba, titulada, Todo parecía
– poesía cubana contemporánea de temas gay y lésbicos (2015).
Ante esta panorámica, y
para no reincidir sobre lo ya publicado, finalmente optamos por señalar como
marco temporal el siglo XX y concentrarnos en el vasto territorio
latinoamericano, haciendo un detenimiento especial en poemas colombianos por
ser este el país desde donde se realiza la presente antología. Es oportuno aclarar que
decidimos no consultar ni incluir a varios poetas colombianos (gay y lesbianas)
de quienes es conocida su homosexualidad, sencillamente porque no reconocen en
público su identidad sexual o porque no permiten que se los encasille en una
antología de temática homoerótica.
En nuestra búsqueda pudimos corroborar que
hay antecedentes de literatura con temática homosexual en Latinoamérica desde
finales del siglo XIX, y aunque sus narrativas fueron valientes, la tradición
literaria no dejó de considerarlas como ese “sucio secreto” o “la abyección del
invertido” que tenía que esconderse. En otras ocasiones, los autores tuvieron que
recurrir a un encubierto esteticismo que servía para ocultar una pasión, como
es el caso de los mexicanos Carlos Pellicer, Salvador Novo, Xavier Villaurrutia
o de la chilena Gabriela Mistral, de quien aún se discute sobre la intención de
sus textos.
Más adelante, tras revalorarse la potencia
del cuerpo, se optó por expresar de manera directa la puesta en práctica del
deseo y con ella la lógica del “digo lo que amo”. Podríamos decir que a partir
de los años setenta se instaló una poética del cuerpo y la mirada pasó de la
concentración en el “acto” a la reafirmación de la “identidad” sexual, es
decir, del enclaustramiento al activismo, haciendo público un enunciado directo,
con la fuerza y la potencia de quien no encubre nada aunque esto le resulte
peligroso. También las voces lésbicas tuvieron su primera expresión directa luego
de la segunda mitad del siglo XX, tal como queda expresado en el poema La antología, de Susana Thénon.
En Colombia, según Daniel Balderston, la
primera referencia de literatura queer llegó por medio del cuento que el
guatemalteco Rafael Arévalo Martínez hizo tomando a Ricardo Arenales (pseudónimo
en ese entonces de Porfirio Barba Jacob) como personaje “invertido” al que lo
comparaba con un caballo. Este antecedente, más bien incipiente, no puede hacer
olvidar el arrojo mostrado por autores como Barba Jacob o Bernardo Arias
Trujillo, quienes vivieron en el tiempo en que la manifestación del amor
homosexual se hacía de manera velada, y sin embargo, en varias de sus
composiciones mostraron de manera franca la lógica de sus deseos. En sus versos
están los gérmenes de una militancia homoerótica que luego se extendería a todo
el continente. Este es el gran aporte que en esta lucha se hizo desde Colombia.
Sabemos que optar por la divulgación de la
literatura homoerótica sigue generando un choque con la tradición literaria
heteronormativa y produce un distanciamiento en las maneras de abordar la
expresión erótica. Por esta razón queremos aclarar la noción de homoerotismo
que es la que ha venido atravesando este trabajo compilatorio. Al hablar de
erotismo nos referimos a la visión del cuerpo deseado y a la creación de un nuevo
tiempo para los amantes, allí donde el vértigo y el abismo nos hacen
vulnerables y nos ponen de cara a la construcción de una identidad propia del
deseo, pero que es preciso desaparecerla para hacernos leves y experimentar la
desnudez, la muerte de sí, la desposesión, y de esa manera renacer en otra
potencia donde se rebasa la ley aprehendida, la ritualidad de las formas
preconcebidas. Tal como decía Bataille, el
erotismo es la aprobación de la vida hasta en la muerte. Esta mirada tan
vital de lo erótico-homoerótico, que reconoce su potencia en la intensidad del
instante al saberse efímera e irrepetible, es la que hemos ido descubriendo a
lo largo de estos poemas, aunque en algunos de ellos la manifestación del deseo
tiende a espiritualizarse o a ocultarse tras de una imagen. Dada esa amplitud
de miradas, decidimos optar por el término homoafectivo,
que nos pareció más englobante y también muy poderoso.
Por otra parte, somos conscientes de que
poco a poco las identidades gay-lésbico-trans, vienen generando una
particularidad como objeto epistemológico y una necesidad discursiva, bien
desde la crítica o bien desde las antologías literarias. Los estudios en el
último siglo nos muestran que contra aquellas teorías esencialistas de la
sexualidad, como la de Krafft-Ebbing, se levantan estudios y lecturas diversas
como las de Michel Foucault, Judith Butler o la teoría queer, todas ellas
puestas al servicio para la construcción de un corpus discursivo que repiensa los
géneros y las identidades sexuales, y que le abre una puerta a la expresión de
la homoafectividad. Estudios epistemológicos como el de Eve Kosofsky sirven
para abrir ese “secreto” y darle una perspectiva positiva. A ese amor “que no
se atreve a decir su nombre”, se lo repotencializa desde su singularidad. Los
múltiples silencios a que estaba confinado ahora se hacen públicos, como en la
vieja y paródica consigna: “he salido del
clóset, luego existo”.
En conversaciones con amigos que han
acompañado este proceso, también se nos ha preguntado si el optar por una
publicación que circunscribe (en cierta forma) la poesía a la temática
homoerótica no es una manera de autoexcluirse, de denostar el sujeto
gay-lésbico-trans y sus prácticas “abyectas” o “invertidas”, lo que no haría
más que recluirlos en su “anormalidad” o disfuncionalidad social. Ante lo cual
respondemos que el interés ha sido el de mostrar el deseo de las identidades
sexualmente disidentes como algo revitalizador de la existencia; de ninguna
manera para propiciar el encerramiento en un gueto, sino porque sigue siendo
tanto político como poético el afirmar las diferencias. Queremos exaltar la
construcción de este deseo como una propuesta estética que se empodera, que
conquista su lugar en la diferencia y que se niega a ser discriminada. Vale
decir, desde la filosofía, que no acepta un modelo de “lo mismo” (“lo
idéntico”) y su derivado discurso de la representación, sino que genera novedad
en cada acto.
Esta publicación expresa la conciencia de
una rebelión pero sin constituirse en un discurso ideológico. Se levanta contra
el logocentrismo, el patriarcado y el modelo heterosexista, y quiere mostrar que los sujetos lésbico, gay,
trans, son seres deseantes, sociales, y no necesariamente ubicables dentro de
las nociones tradicionales de género y sexo. Siguiendo la teoría queer, podemos
advertir que el indagar sobre la identidad de los sujetos propicia la apertura
más hacia las incertidumbres que hacia las certezas. Por esta razón, quisimos
incluir voces que hacen referencia de manera explícita a los entornos trans y
su lucha por conquistar sus propias formas de lenguaje. Autores como Néstor
Perlongher, Pedro Lemebel y Francisco Casas, además de mantener una militancia
activa a favor de la causa homosexual (el primero como miembro del Frente de
Liberación Homosexual de Argentina, fundado en 1971 y los otros dos como
creadores del colectivo chileno “Las yeguas del apocalipsis”, con el que
desafiaron la dictadura y la cultura oficial) realizaron una obra poética que
hace gala del sentir y el pensar trans y que también le crean fisuras a las
líricas formales. Podríamos decir que logran constituirse como una vanguardia,
sobre la que aún hay mucho que estudiar, incluso desde la lingüística, la
estética y la semiología.
Para ir cerrando esta presentación, nos
queda decir que, como en toda antología, hay que optar por unas obras que se inscriben
dentro del marco que se ha fijado y sobre las cuales hay que hacer una no
siempre deseada selección; en este caso, se hizo teniendo como criterio
fundamental la riqueza lírica. Estamos seguros de que se quedaron por fuera
otras creaciones pero la realidad nos pone de cara ante el hecho de que no
todos los materiales son fáciles de encontrar (algunos de ellos no se han
reimpreso o no circulan) y muchos aún siguen en el anonimato. Sin embargo,
tratamos de rastrear con cuidado, aunque nos duele no haber tenido autores de
países como Paraguay, Panamá y Honduras.
Nos resta
decir que para ambientar sincrónicamente todo el universo estético que aquí se
recoge, decidimos tomar como imagen para la portada una pintura de Simeon
Solomon (1840 - 1905) titulada Baco.
Este autor inglés – a quien Oscar Wilde llamó “extraño genio” – fue uno de los
primeros que vivió de manera abierta su homosexualidad en una época en que esto
no era permitido. Su arrojo no sólo le trajo varios arrestos, sino que lo llevó
al ostracismo hasta su muerte. Por fortuna, su genial obra hoy es una de las
que más se ha revindicado.
Finalmente, es preciso agradecer a
fervientes amigos que nos apoyaron en la búsqueda de material y a autores que
nos enviaron su propia selección, entre ellos están Virgilio López Lemus, Jesús
Barquet, Jaime Manrique, Jairo Sánchez Giraldo… Y a Samuel López Suárez por sus traducciones de los
poetas brasileros. A todos ellos, nuestra eterna gratitud.
Omar Ardila
Excelente libro!
ResponderEliminar