Les comparto el prólogo que escribí para el libro Otra vez el silencio, del poeta Yezid Morales Ramírez
Una sombra que murmura
Entre todos los muertos de elegía,
sin olvidar el eco de ninguno,
por haber resonado más en el alma mía,
la mano de mi llanto escoge uno.
sin olvidar el eco de ninguno,
por haber resonado más en el alma mía,
la mano de mi llanto escoge uno.
Miguel Hernández, Elegía Primera
Retomar una forma literaria clásica como la elegía no ha
sido lo más habitual en las publicaciones del nuevo milenio, más aún cuando se
ha visto en aquella forma un cierto desplazamiento de la antigua tradición
lírica que le había dado soporte durante la antigüedad griega y latina y más
tarde en el Renacimiento, hacia maneras más prosaicas y de indefinible
ubicación.
La rica tradición literaria del mundo hispano en el
siglo veinte no escapó a la sugestión de poetizar los hechos luctuosos y nos
regaló emblemáticas obras como la Elegía
a Ramón Sijé, de Miguel Hernández o el Llanto
por Ignacio Sánchez Mejías, de Federico García Lorca. Precisamente, el
epígrafe de este breve texto, vuelve sobre una de las elegías de Miguel
Hernández, dedicada a García Lorca, para hacer el tránsito hacia Otra vez el silencio, el libro de Yezid
Morales Ramírez, en el que como autor, deja que la mano de su llanto escoja al
ser muerto que más ha resonado en su alma para cantarle su dolor y asumir la
realidad de la distancia.
En un tono sencillo, directo, pasional y que pareciera
no preocuparse en demasía por definir la condición de género de la persona
amada que ha partido, el poeta nos comparte su nuevo tránsito hacia el
silencio. De entrada, el título sugiere un silencio anterior que ha dejado una
huella inolvidable a la que no se hubiera querido regresar, y sólo al final, en
el último poema (Monólogo sin adversario)
podemos saber el origen de ese primer silencio, asociado con la infancia, en un
lugar donde a pesar de tener el poderío de los ancestros, nunca logró
encontrarse, ni perfilar respuestas para su inquieto deseo de emprender
inusuales vuelos.
Otra vez el silencio puede leerse como un solo poema cuya unidad temática
está dada por el tono luctuoso y los cuestionamientos que, ante la realidad de
la ausencia, el poeta le lanza a la existencia. Hay de entrada, una
preocupación por el tiempo (“qué me dirá el tiempo”) y enseguida, una mirada
hacia el silencio, el estado más referido en el poemario: “Mi
reclamo de austero transeúnte conjura al silencio”.
El poeta deja claro que perturba el silencio más que
la soledad, puesto que la muerte también es silenciosa, como un leve susurro. La
dimensión del silencio que observa Yezid Morales surge de la imposibilidad de
hallar respuestas y más tarde se vuelve carnal, pasional, sensitiva, generada
por la partida de la amada. Sin duda, está muy lejos de otras visiones de
silencio, como las anheladas por los místicos. El silencio de Morales Ramírez
es sumamente doloroso. En su poema Un
silencio de amor, deja ver cómo le genera inseguridades para seguir
adelante: “Mañana puede ser otra distancia / la que apacigüe el dolor de lo
intangible”. Y aunque quisiera inventar la
realidad de otra manera, siempre termina anhelando que concluya la “fatiga de
estar vivos”.
Yezid Morales ha llegado a entender la ausencia como
un estigma. Recuerda que desde la infancia prefirió el silencio ante la urgente
proclamación del valor que le venía de afuera. Era un silencio que ya quería
insistir en las respuestas; y, por eso, aunque el secreto interior es
complaciente, desde ese momento hubiera querido ser otro. Ahora, cuando piensa
que el olvido del ser amado perpetuará el propio desconcierto, busca de nuevo
la quietud y la sombra que lo retorne al silencio o quizás, a un estado
anterior a la existencia.
El poemario pretende que poco a poco se anhele un
reino del silencio (que el autor
entiende como algo mejor que las palabras). Sin embargo, no renuncia a
buscar la luz aún en medio del desencanto. Sabe que la serena comprensión de su
nostalgia es una necesidad y aunque el paisaje duela, apela al más puro
recuerdo para conjurar el dolor. Piensa siempre en su amada, sin tregua, como
un asedio de la memoria. Tiene la certeza de que amarla es la única verdad que
lo acompaña y que ahora, ella es una continua presencia que ilumina todos sus
momentos.
El poeta divaga en su búsqueda de la luz, a veces
recurre a la noción de impermanencia y hasta dice comprenderla, pero su
itinerario textual nos la presenta como un interrogante que se resuelve con más
preguntas. En otras ocasiones, agradece el desapego y la libertad que, quizás,
solo la escritura pueda darle, aunque también se haya propuesto el reto de
callar, como queriéndole dar vida a la farsa para esquivar la profundidad. Ha
decidido cerrar las puertas a toda nueva revelación; los secretos, prefiere
dejarlos en reserva. Es entonces, cuando la soledad vuelve con un solemne pero
enriquecido tono de silencio: “Soledad, una sombra que murmura”.
Al final, Morales Ramírez, respondiendo a su propio
interrogante: “¿Quién contará después que esto fue cierto?”, se aventura en la
escritura de un monólogo que ajusta su vida a solo diez páginas. Considera
necesario ayudarnos a perfilar el origen del silencio en su existencia y para
ello nos remonta a sus primeros años, a esa tierra chica que no puede querer
pero tampoco odiar, pues algún azar ubicó en ese lugar a sus ancestros. Allí
siempre “danzaba en la cuerda floja”. Allí
aprendió a tejer un velo infranqueable que lo distanció de sus contemporáneos,
y pudo afianzar una singular máscara, la máscara de la evasión.
Otra vez el silencio cierra con la reafirmación del dolor y sus sincronías,
y con la aceptación final del silencio amoroso pero que ya no lastima. Ahora,
como nuevo cartógrafo, el poeta apela al valor para aceptar la ausencia y no
permitirle que de nuevo instaure su reino del dolor.
Omar Ardila, Bakatá, 2018
Aquí unos poemas del libro:
LA
CASA ESTABA LLENA DE SILENCIO
“Siento más tu muerte que
mi vida”
Miguel Hernández.
La casa estaba llena de silencio.
Fue en octubre, un viernes trece.
El día aún no asomaba en el oriente.
Nada podía predecir un cambio fatal en el
destino,
ni un estallido de dolor en la conciencia.
Sólo la Voz secreta que surge del misterio
pudo alterar la hondura de mi sueño.
Y desperté con un temor extraño,
con ahogo en el alma y el presentimiento
de un desastre callado, inevitable.
Grité y lloré para espantar la muerte
que silenciosa, apenas susurrante,
consiguió robarme sin piedad alguna,
la alegría, la paz, la fortaleza,
y el inmenso amor que había logrado
derrotar la soledad de mi existencia.
LLUEVE
Llueve a torrentes en esta ciudad
con vecindad de selva húmeda
y atardeceres de imagen posmoderna.
La lluvia incesante no es la causa
de un sollozo a destiempo,
es el apoyo natural a la protesta
por la soledad anticipada.
También es un regalo transparente
que con música asonante
y un licor de sabores orientales,
conducen a un extraño regocijo,
y propician que el peso de las horas
modifique el estigma de la ausencia.
TODOS
PROCLAMAN
Todos proclaman que después de la tormenta
brilla la luz de forma inusitada.
El saber popular es un oráculo
que predice verdades todo el tiempo.
Quisiera creer que en el espacio
de esta hora no exenta de tinieblas,
otra luz brillará en la distancia
y la ilusión de alcanzarla condujera
con renovada fuerza al transeúnte,
hasta un lugar donde los años
y su lastre de crueles realidades
no malogren los ecos de la calma.
A
VECES INDAGO
A veces indago con sorpresa
¿por qué invadiste tanto espacio
en la vida de este loco transeúnte?
¿qué poder ha ejercido tu presencia
para llenar de tal manera
hasta el último rincón de lo vivido?
Comprendo la noción de impermanencia .
Sin embargo es temprano aún
para saber cada respuesta.
Logro aceptar con humildad
el peso de tanto interrogante.
¿QUIÉN?
“La
noche cae. ¿A quién la sombra importa
Si
no encuentra una voz que lo acompañe?
La
luna alumbra. ¿Qué sueña ahora solo
quien
palpó en una piel todos sus rayos?
E. Montejo.
¿Quién rondará la
alcoba en donde duermo?
¿Quién besará mis labios mientras sueño?
¿Quién sonreirá feliz porque la beso?
¿Quién contará después que esto fue
cierto?
Yezid Morales es Licenciado en Diseño y Pedagogía del Arte de la Universidad Nacional de Colombia. Ha sido director del Instituto Huilense de Cultura, de la Escuela Superior de Artes visuales y de la Biblioteca Departamental "Olegario Rivera". Ha publicado los libros de poesía Pretextos para una sonata (1992), Presagio (1999), Monólogo de uno que no sueña (2009), Ocultos incidentes: Antología personal (2010). Asimismo, ha publicado la novela Las praderas del cielo (2003).
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