sábado, 27 de agosto de 2011

Comentario sobre Corazón de Otoño


Recorriendo la red he encontrado un alentador comentario sobre mi libro Corazón de Otoño, escrito por el juicioso comentarista musical y literario Jorge Caicedo en su blog: http://lectorritual.blogspot.com/ . Luego de cruzarme con Jorge hace un par de horas y de obtener su permiso para reproducirlo, he decidido incorporado a mi blog. El texto es el siguiente:

“SEMILLAS DE LUZ”

CORAZÓN DE OTOÑO
Omar Ardila Murcia
(Sic) Editorial. Bucaramanga. Marzo de 2010. 51 pp.

I. FALL DOWN EARLY*

Y sin embargo, el paso del tiempo resulta ineludible, contraproducente, arriesgado, enfermizo.
Al final, para las sobras de las estadísticas, aquellos resultados que poco o nada han tenido que ver con las portadas, las entrevistas, el rutilante lado del esplendoroso oficio escritural.
Es cierto, la contracorriente no se hizo para todo el mundo. Mucho menos escribir poesía. Afortunadamente.
O cuando la esencia prima sobre el nombre, el número de ediciones, los contratos, las ventas.
Las risas, entonces, se oían por todo el valle.
Producir antes que provocar.
La búsqueda del doloroso resultado, la emoción sin fin del bucle angosto del costumbrismo, el temor al qué dirán, o la pérdida de la investidura del saludo del amigo más frecuente.
Poco o nada hay para ese camino extraño, desafiante y llameante.
Lo distinto -¡Con lo que cuesta mirarnos a sí mismos!- sale caro.
Y de lo “subterráneo, marginal y discreto”, ¿qué se podrá agregar?
Siendo esas las palabras mágicas para que la puerta de esta reseña se abra, sospecho que ha llegado el momento de entrar en materia:

II. “ESCAPE IS NEVER, THE SAFEST PATH”

Omar Ardila nace en 1975 en Valle de Laboyos. Y su destino, es ser poeta.
Publica en 2005 “Alas del viaje en un instante”, y ahora este benéfico ejemplar. Rutilante, con ese eco antiguo que permite apoyar el pie del ojo sin temer la falsedad, bárbaro y al mismo tiempo seductor.
Dividido en tres capítulos, el sendero al que conduce ofrece una parte de las respuestas que se prohíben preguntar; a lo sumo, aquellas que quedaron proscritas a la pintura de un desatado escapado de la sociedad: ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Hacia dónde vamos? No solamente sin que nunca nadie dijera nada, sino que, la clave acá quizás sea el sendero sobre el que se pisa, le correspondiera a él mismo buscar/hurgar en la herida de la herencia que (bien) le tocó en suerte.
El primero, Las Voces Del Náufrago, recrea la desazón de esta era, un tanto vacía, un poco dispar, con esos visos de desolación, con esos ecos mudos, el dolor y la pena, la angustia y la plegaria reemplazada por la propaganda.
El segundo, Memoria Ancestral, atiende un llamado diferente, menos posmoderno de lo que usualmente se topa uno por doquier, cada poema es una indagación, una búsqueda, una respuesta. La tierra, la madre, el camino, la creencia, la palabra, la herencia. Lectura requisito -¡oh osadía!- para llegar a la siguiente parte.
El tercero, Corazón De Otoño ofrece una suerte de recapitulación triangular: el vacío, el silencio, la soledad, pero desde una perspectiva duplicada: la visitación de un encierro, y la llaga de la libertad: “(..)y brindemos ¡Por los días que le faltan a este efímero soplo!”, grita con esa expectación de que ya para qué, puesto que de ahora en adelante figura (todo) como un comienzo.
¿Será posible?

III. “POR EL MOMENTO, CONSEGUIMOS FINGIR QUE NO SOMOS NUESTRO PEOR ENEMIGO”***

Se vive nuestra época. Se dialoga sostenida y mudamente con nuestras propias sombras en pasadizos orgánicamente propios. “Me fortalezco recorriendo los abismos”. O revisando el fondo del cielo o escuchando los ecos del sur del mismo. “Absortos, en el destino” que (nos) correspondió en suerte, las palabras parecen empezar a sobrar nuevamente, mientras el instante apunta al delirio de la imagen. Saltamos de pantalla en pantalla. Mientras la “vanguardia” regresa a la empastadura hecha a mano en casa, sin vigilancia ni intermediarios, el camino de la mano a la mano, del ojo al ojo, del trueque despertando ese instinto mágico con que amanece el final de una era.
“Vienen las horas repetidas, sin claridad, sin esperanza, como ésta palabra que no cesa, aunque siga siendo clandestina”.
Ese refugio de los que ya no tienen nada que hacer ahí afuera.
“Aunque siga siendo clandestina”, cómo para qué, a razón de qué, por qué.
O cuando el artista era el peligro porque su obra mostraba aquello que más se temía.
O cuando la palabra representaba una exigencia.
O cuando la seducción de la voz era un puente al delirio.
Parte de todo ello yace (a la espera del contacto lector) en este libro, rojo como la sangre de un amanecer en nuestros otoños privados, en zonas “arrasadas” en las que resulta patético “recuperar la memoria” puesto que “el canto más arraigado es una plegaria de olvido”.
Y sin música, ¿cómo sobreviviremos?
O la poesía como el camino a sacrificar la verdad, necesaria, pero verdad al fin y al cabo.

* Título de una canción del magnífico grupo Bajo Tierra
**Verso de la canción “Dissident” de Pearl Jam
***Frase atribuida al escritor norteamericano, donde los haya, Chuck Palahniuk

Tomado de:
http://lectorritual.blogspot.com/2010/08/semillas-de-luz.html