viernes, 10 de mayo de 2019

Otra vez el silencio de Yezid Morales


Les comparto el prólogo que escribí para el libro Otra vez el silencio, del poeta Yezid Morales Ramírez



Una sombra que murmura

Entre todos los muertos de elegía,
sin olvidar el eco de ninguno,
por haber resonado más en el alma mía,
la mano de mi llanto escoge uno.

Miguel Hernández, Elegía Primera


Retomar una forma literaria clásica como la elegía no ha sido lo más habitual en las publicaciones del nuevo milenio, más aún cuando se ha visto en aquella forma un cierto desplazamiento de la antigua tradición lírica que le había dado soporte durante la antigüedad griega y latina y más tarde en el Renacimiento, hacia maneras más prosaicas y de indefinible ubicación.

La rica tradición literaria del mundo hispano en el siglo veinte no escapó a la sugestión de poetizar los hechos luctuosos y nos regaló emblemáticas obras como la Elegía a Ramón Sijé, de Miguel Hernández o el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, de Federico García Lorca. Precisamente, el epígrafe de este breve texto, vuelve sobre una de las elegías de Miguel Hernández, dedicada a García Lorca, para hacer el tránsito hacia Otra vez el silencio, el libro de Yezid Morales Ramírez, en el que como autor, deja que la mano de su llanto escoja al ser muerto que más ha resonado en su alma para cantarle su dolor y asumir la realidad de la distancia.

En un tono sencillo, directo, pasional y que pareciera no preocuparse en demasía por definir la condición de género de la persona amada que ha partido, el poeta nos comparte su nuevo tránsito hacia el silencio. De entrada, el título sugiere un silencio anterior que ha dejado una huella inolvidable a la que no se hubiera querido regresar, y sólo al final, en el último poema (Monólogo sin adversario) podemos saber el origen de ese primer silencio, asociado con la infancia, en un lugar donde a pesar de tener el poderío de los ancestros, nunca logró encontrarse, ni perfilar respuestas para su inquieto deseo de emprender inusuales vuelos.   

Otra vez el silencio puede leerse como un solo poema cuya unidad temática está dada por el tono luctuoso y los cuestionamientos que, ante la realidad de la ausencia, el poeta le lanza a la existencia. Hay de entrada, una preocupación por el tiempo (“qué me dirá el tiempo”) y enseguida, una mirada hacia el silencio, el estado más referido en el poemario: “Mi reclamo de austero transeúnte conjura al silencio”.

El poeta deja claro que perturba el silencio más que la soledad, puesto que la muerte también es silenciosa, como un leve susurro. La dimensión del silencio que observa Yezid Morales surge de la imposibilidad de hallar respuestas y más tarde se vuelve carnal, pasional, sensitiva, generada por la partida de la amada. Sin duda, está muy lejos de otras visiones de silencio, como las anheladas por los místicos. El silencio de Morales Ramírez es sumamente doloroso. En su poema Un silencio de amor, deja ver cómo le genera inseguridades para seguir adelante: “Mañana puede ser otra distancia / la que apacigüe el dolor de lo intangible. Y aunque quisiera inventar la realidad de otra manera, siempre termina anhelando que concluya la “fatiga de estar vivos”.

Yezid Morales ha llegado a entender la ausencia como un estigma. Recuerda que desde la infancia prefirió el silencio ante la urgente proclamación del valor que le venía de afuera. Era un silencio que ya quería insistir en las respuestas; y, por eso, aunque el secreto interior es complaciente, desde ese momento hubiera querido ser otro. Ahora, cuando piensa que el olvido del ser amado perpetuará el propio desconcierto, busca de nuevo la quietud y la sombra que lo retorne al silencio o quizás, a un estado anterior a la existencia.

El poemario pretende que poco a poco se anhele un reino del silencio (que el autor  entiende como algo mejor que las palabras). Sin embargo, no renuncia a buscar la luz aún en medio del desencanto. Sabe que la serena comprensión de su nostalgia es una necesidad y aunque el paisaje duela, apela al más puro recuerdo para conjurar el dolor. Piensa siempre en su amada, sin tregua, como un asedio de la memoria. Tiene la certeza de que amarla es la única verdad que lo acompaña y que ahora, ella es una continua presencia que ilumina todos sus momentos.

El poeta divaga en su búsqueda de la luz, a veces recurre a la noción de impermanencia y hasta dice comprenderla, pero su itinerario textual nos la presenta como un interrogante que se resuelve con más preguntas. En otras ocasiones, agradece el desapego y la libertad que, quizás, solo la escritura pueda darle, aunque también se haya propuesto el reto de callar, como queriéndole dar vida a la farsa para esquivar la profundidad. Ha decidido cerrar las puertas a toda nueva revelación; los secretos, prefiere dejarlos en reserva. Es entonces, cuando la soledad vuelve con un solemne pero enriquecido tono de silencio: “Soledad, una sombra que murmura”.

Al final, Morales Ramírez, respondiendo a su propio interrogante: “¿Quién contará después que esto fue cierto?”, se aventura en la escritura de un monólogo que ajusta su vida a solo diez páginas. Considera necesario ayudarnos a perfilar el origen del silencio en su existencia y para ello nos remonta a sus primeros años, a esa tierra chica que no puede querer pero tampoco odiar, pues algún azar ubicó en ese lugar a sus ancestros. Allí siempre “danzaba en la cuerda  floja”. Allí aprendió a tejer un velo infranqueable que lo distanció de sus contemporáneos, y pudo afianzar una singular máscara, la máscara de la evasión.

Otra vez el silencio cierra con la reafirmación del dolor y sus sincronías, y con la aceptación final del silencio amoroso pero que ya no lastima. Ahora, como nuevo cartógrafo, el poeta apela al valor para aceptar la ausencia y no permitirle que de nuevo instaure su reino del dolor.

Omar Ardila, Bakatá, 2018


Aquí unos poemas del libro:

LA CASA ESTABA LLENA DE SILENCIO

“Siento más tu muerte que mi vida”
Miguel Hernández.

La casa estaba llena de silencio.
Fue en octubre, un viernes trece.
El día aún no asomaba en el oriente.
Nada podía predecir un cambio fatal en el destino,
ni un estallido de dolor en la conciencia.
Sólo la Voz secreta que surge del misterio
pudo alterar la hondura de mi sueño.
Y desperté con un temor extraño, 
con ahogo en el alma y el presentimiento
de un desastre callado, inevitable.
Grité y lloré para espantar la muerte
que silenciosa, apenas susurrante,
consiguió robarme sin piedad alguna,
la alegría, la paz, la fortaleza,
y el inmenso amor que había logrado
derrotar la soledad de mi existencia.


LLUEVE

Llueve a torrentes en esta ciudad
con vecindad de selva húmeda
y atardeceres de imagen posmoderna.
La lluvia incesante no es la causa
de un sollozo a destiempo,
es el apoyo natural a la protesta
por la soledad anticipada.
También es un regalo transparente
que con música asonante
y un licor de sabores orientales,
conducen a un extraño regocijo,
y propician que el peso de las horas
modifique el estigma de la ausencia.


TODOS PROCLAMAN

Todos proclaman que después de la tormenta
brilla la luz de forma inusitada.
El saber popular es un oráculo
que predice verdades todo el tiempo.
Quisiera creer que en el espacio
de esta hora no exenta de tinieblas,
otra luz brillará en la distancia
y la ilusión de alcanzarla condujera
con renovada fuerza al transeúnte,
hasta un lugar donde los años
y su lastre de crueles realidades
no malogren los ecos de la calma.


A VECES INDAGO

A veces indago con sorpresa
¿por qué invadiste tanto espacio
en la vida de este loco transeúnte?
¿qué poder ha ejercido tu presencia
para llenar de tal manera
hasta el último rincón de lo vivido?
Comprendo la noción de impermanencia      .
Sin embargo es temprano aún
para saber cada respuesta.
Logro aceptar con humildad
el peso de tanto interrogante.


¿QUIÉN?

“La noche cae. ¿A quién la sombra importa
Si no encuentra una voz que lo acompañe?
La luna alumbra.  ¿Qué sueña ahora solo
quien palpó en una piel todos sus rayos?
E. Montejo.

¿Quién rondará la alcoba en donde duermo?
¿Quién besará mis labios mientras sueño?
¿Quién sonreirá feliz porque la beso?
¿Quién contará después que esto fue cierto?




Yezid Morales es Licenciado en Diseño y Pedagogía del Arte de la Universidad Nacional de Colombia. Ha sido director del Instituto Huilense de Cultura, de la Escuela Superior de Artes visuales y de la Biblioteca Departamental "Olegario Rivera". Ha publicado los libros de poesía Pretextos para una sonata (1992), Presagio (1999), Monólogo de uno que no sueña (2009), Ocultos incidentes: Antología personal (2010). Asimismo, ha publicado la novela Las praderas del cielo (2003).