martes, 28 de enero de 2014

Textos de Jarry, Blásquez, Ghiraldo y Herrera y Reissig

Alfred Jarry


(1873-1907). Novelista, dramaturgo y poeta francés. Su obra Ubú Rey, es considerada como la iniciadora de la Patafísica, y Alfred Jarry como su padre. El provocador trabajo de Jarry es precursor del dadaísmo, del surrealismo y del teatro del absurdo. La Patafísica (o ciencia de las soluciones imaginarias) ha sido uno de los movimientos que se ha retroalimentado permanentemente del anarquismo.


Accidentes de ferrocarril

Por un curioso instinto atávico, las multitudes sienten, todavía hoy, una inexplicable necesidad de meterse dentro de la las cosas cerradas y de rudo aspecto, de la misma manera que el hombre prehistórico se encerraba en las cavernas. La afluencia de los viajeros a los vagones de ferrocarril es, en esta tendencia, el vestigio más fácil de estudiar. Desgraciadamente, esos extraños impulsivos son a menudo víctimas de su retorno a la barbarie –la edad de hierro no es un progreso tan grande sobre la edad de piedra-, y, en el choque de esta quincena, un gran número de especímenes de esta clase de trogloditas se ha extinguido. La civilización ambiente está demasiado adelantada como para dejar que se desarrollen en los sucesivo muchos de esos locos o de esos desesperados. ¿Pues no es quizás un loco o un desesperado el que se deja encerrar por las buenas en esas jaulas rodantes, a merced de alguien que no tiene otra idea que arrastrarlos no se sabe dónde, a toda velocidad, sobre vías complicadas adrede, de tal manera que se entrecruzan en el mayor número de puntos posibles?


Amor

El alma es arrobada por Amor, que desde todo punto de vista se parece a una gasa color del tiempo, y adopta la figura enmascarada de una crisálida. Camina sobre cráneos invertidos. Detrás del muro donde se resguarda, unas garras esgrimen armas. Un veneno la bautiza. Unos monstruos viejos, con que está construido el muro, ríen en sus barbas verdes. El corazón es rojo y azul, violeta bajo el alejamiento artificial de la gasa color del tiempo, que él teje.


De la isla de Ptyx

A Stéphane Mallarmé

La isla de Ptyx está hecha de un solo bloque de piedra de este nombre, la cual es muy estimable, pues se ha visto que sólo ella compone esta isla enteramente. Tiene la traslucidez serena del zafiro blanco y es la única gema cuyo contacto no produce frío sino que el fuego entra y se instala en ella, de la misma manera que en la digestión el vino. Las demás piedras son frías como el grito de las trompetas; ésta tiene el calor precipitado de la superficie de los timbales. Nosotros pudimos fácilmente abordarla, pues estaba tallada en forma de tabla y creímos poner pie en un sol purgado de las partes opacas o demasiado reflectantes de su llama, como las antiguas lámparas ardientes. En ella no se percibían ya los accidentes de las cosas, sino la sustancia del universo, por lo que no nos inquietamos si la superficie irreprochable era de un líquido equilibrado según las leyes eternas, o de un diamante impenetrable, salvo por la luz que cae vertical.
El señor de la isla vino hacia nosotros en un barco: la chimenea hacía redondas volutas azules detrás de su cabeza, ampliando el humo de su pipa e imprimiéndolo en el cielo. Y con el bamboleo alternativo, su silla basculante sacudía sus gestos de bienvenida.
De debajo de su manta de viaje sacó cuatro huevos con el cascarón pintado, que dio al doctor Faustroll, después de beber. A la luz de nuestro ponche la eclosión de los gérmenes ovales floreció sobre la orilla de la isla: dos columnas distantes, aislamiento de dos prismáticas trinidades de flautas de Pan, se abrieron en el chorro de sus cornisas, puño de mano cuadrigital de los cuartetos del soneto; y nuestro as meció su hamaca en el reflejo recién nacido del arco del triunfo. Dispersando la curiosidad velluda de los faunos y el encarnado de las ninfas desadormecidas por la melodiosa creación, el barco claro y mecánico hizo retroceder hacia el horizonte de la isla su aliento azulino y la silla movediza que decía adiós.



José María Blázquez


(Salamanca, 1875  – Cuba, 1927). Fundador del movimiento anarquista en Panamá. Dedicado a actividades culturales y políticas. Dirigió la Liga de Inquilinos y Subsistencia en Panamá a mediados de la segunda década del siglo XX, lo que le valió la deportación a Cuba en 1925, donde sería encarcelado por el régimen de Gerardo Machado, ferviente perseguidor del movimiento anarco-sindicalista. Murió a causa de  tuberculosis en 1927. Sus restos fueron trasladados a Panamá en 1929.


Catecismo del hombre libre

Es mi ley amar sin tasa,
es mi patria el Universo,
mi dogma la Libertad,
la Ciencia mi Dios Supremo,
la razón mi Soberano,
y la Conciencia mi Templo.


Desde mi prisión

A mi Madre
Madre querida, no te disgustes
cuando te enteres de que estoy preso.
Vine a la cárcel por ser honrado,
leal y culto, noble y sincero;
por tener alma; por decir unas
magnas verdades a un mal gobierno;
por ser escudo del hombre débil,
del oprimido y del obrero;
del Altruismo y del progreso;
por ser valiente en la defensa
de unos amigos y compañeros,
tan arbitraria e injustamente
como yo presos.


Cambio radical

En el portal de mi vida,
la religión me inculcaron;
titúleme, pues, católico,
apostólico y romano,
todo fervor, ardimiento
y fanatismo insensato.
A la vez apetecía,
(por semejanzas acaso
entre una cosa y la otra)
ser militar afamado,
por mis guerreras hazañas,
por mis acciones de bravo;
ansiaba luchar furioso
y combatir arrojado
y matar sin compasión
miles de seres humanos,
que tuve por enemigos,
en mi criterio cerrado,
porque distinto concepto
del mío a formar llegaron
de fe, patria y libertad;
y soñaba entusiasmado,
con ganar por tales modos
estrellas para mi brazo
y cruces para mi pecho,
monedas, glorias, cintajos.
Me tocó marchar a Cuba
y en su guerra ser soldado,
y conocí la milicia
y padecí desengaños.
Desde entonces yo no quiero
ser militar ni beato,
ni ganar oro ni gloria
con proceder tan insano;
me da náuseas la milicia
y no ansío verme alto,
vertiendo cruel la sangre
de los hombres, mis hermanos,
por defender religiones,
patria, ley y otros sarcasmos.
Ya soy libre, independiente
y enemigo declarado
de leyes y religiones
y de organismos arcaicos.
Solamente quiero ya
combatir con pluma en mano;
agotar mis energías
defendiendo al explotado
y a la Santa Libertad;
destruir a los tiranos;
ayudar a los caídos;
exterminar al parásito;
ilustrar al que no sepa;
emancipar al vejado;
y procurar que los hombres,
sin distingos ni reparos,
sin diferencias absurdas,
sin doblez y sin engaño,
gocen por igual los bienes
que esté Natura brindando;
sean fuente de placer
y riqueza de trabajo;
sean libres, progresivos;
huyan de lo rutinario,
y por siglos de los siglos
vivan en estrecho abrazo.
que a la cumbre de la dicha
ha de irles remontando.
En fin, ya pienso al revés
de la edad que fui beato.
Me avergüenzo de mí propio,
cuando miro mi pasado,
y veo que tuve instintos
de criminal, sin pensarlo.
¡Qué tremenda evolución!
¡Qué profundísimo cambio!
Católico, pues resulta
a matar aficionado,
y milicia y beaterio
semejantes de inhumano.



Alberto Ghiraldo


(Buenos Aires, 1875 – Chile, 1946). Fue escritor, abogado y dramaturgo anarquista. Hacia 1900 militó en la Federación Obrera Regional Argentina (FORA). Participó en revistas literarias como Martín Fierro e Ideas y Figuras. Dirigió el periódico anarquista, La protesta humana. Publicó más de una veintena de obras, entre poesía, antologías, dramaturgia y cancioneros.


Corazón de la noche

A Eliodoro Puche

               I

Mientras muere la Europa corrompida,
Mientras rugen los odios de las razas,
Mientras todo se nubla en occidente
Y la nube se sangre se derrama,
Entonemos el himno de la vida,
El himno de la vida y esperanza,
Resguardando las liras en el hondo
Corazón de la noche que tú cantas.

               II

Mientras rueda el cañón sobre los campos
Que el labrador con su sudor regara,
Mientras sea en poder de los verdugos
La tierra conquistada,
Entonemos el himno de la vida,
El himno de la vida y esperanza,
Resguardando las liras en el hondo
Corazón de la noche que tú cantas.

               III

Mientras todo flaquea y se derrumba
Al golpe de los bárbaros sin alma,
Mientras todo se cubre de vergüenza,
Mientras van hacia el mar todas las lágrimas,
Entonemos el himno de la vida,
El himno de la vida y esperanza,
Resguardando las liras en el hondo
Corazón de la noche que tú cantas.

               IV

Y en tanto Primavera no dé flores
En la Europa doliente y conturbada,
mientras cubra la púrpura sangrienta
sus campos de esmeralda,
Entonemos el himno de la vida,
El himno de la vida y esperanza,
Resguardando las liras en el hondo
Corazón de la noche que tú cantas.


Julio Herrera y Reissig


(Montevideo, 1875-1910).  Poeta, ensayista, dramaturgo  y cronista uruguayo. Fue uno de los grandes poetas del modernismo hispanoamericano.  Sus ideas anarquistas se vieron reflejadas especialmente en la defensa del amor libre y en la desafiante polémica pública que confrontaba con los esquemas morales defendidos por su aristocrática familia; tal vez, por eso se definía a sí mismo como “la mejor de las fieras humanas”.


Tertulia lunática V

¡Oh negra flor de Idealismo!
¡Oh hiena de diplomacia
con bilis de aristocracia
y lepra azul de idealismo!...
Es un cáncer tu erotismo
de absurdidad taciturna,
y florece en mi saturna
fiebre de virus madrastros,
como un cultivo de astros
en la gangrena nocturna.

Te llevo en el corazón,
nimbada de mi sofisma,
como un siniestro aneurisma
que rompe mi corazón...
¡Oh Monstrua! Mi ulceración
en tu lirismo retoña,
y tu idílica zampoña
no es más que parasitaria
bordona patibularia
de mi celeste carroña!

¡Oh musical y suicida
tarántula abracadabra
de mi fanfarria macabra
y de mi parche suicida!...
¡Infame! En tu desabrida
rapacidad de perjura,
tu sugestión me sulfura
con el horrendo apetito
que aboca por el Delito
la tenebrosa locura!


Numen

Mefistófela divina,
miasma de fulguración,
aromática infección
de una fístula divina...
¡Fedra, Molocha, Caína,
cómo tu filtro me supo!
¡A ti - ¡Santo Dios! - te cupo
ser astro de mi desdoro;
yo te abomino y te adoro
y de rodillas te escupo!

Acude a mi desventura
con tu electrosis de té,
en la luna de Astarté
que auspicia tu desventura...
Vértigo de asambladura
y amapola de sadismo:
¡yo sumaré a tu guarismo
unitario de Gusana
la equis de mi Nirvana
y el cero de mi ostracismo!

Carie sórdida y uremia,
felina de blando arrimo,
intoxícame en tu mimo
entre dulzuras de uremia...
Blande tu invicta blasfemia
que es una garra pulida,
y sórbeme por la herida
sediciosa del pecado,
como un pulpo delicado,
"¡muerte a muerte y vida a vida!"

Clávame en tus fulgurantes
y fieros ojos de elipsis
y bruña el Apocalipsis
sus músicas fulgurantes...
¡Nunca! ¡Jamás! ¡Siempre! ¡Y Antes!
¡Ven, antropófaga y diestra,
Escorpiona y Clitemnestra!
¡Pasa sobre mis arrobos
como un huracán de lobos
en una noche siniestra!
¡Yo te excomulgo, Ananké!

Tu sombra de Melisendra
irrita la escolopendra
sinuosa de mi ananké...
eres hidra en Salomé,
en Brenda panteón de bruma,
tempestad blanca en Satzuma,
en Semíramis carcoma,
danza de vientre en Sodoma
y páramo en Olaluma!

Por tu amable y circunspecta
perfidia y tu desparpajo,
hielo mi cuello en el tajo
de tu traición circunspecta...
¡Y juro, por la selecta
ciencia de tus artimañas,
que irá con tus risas hurañas
hacia tu esplín cuando muera,
mi galante calavera
a morderte las entrañas!