jueves, 24 de marzo de 2011

Primeros aspectos del ezquizoanálisis



Luego de haber hecho un recorrido por el devenir del Estado en los diversos estadios definidos para el análisis (salvajes, bárbaros y civilizados), los autores se adentran de lleno en su propuesta reflexiva, que intenta delinear el universo de acción que supone el esquizoanálisis. Lo primero que hacen es identificar algunos errores del psicoanálisis. De cómo la cadena infinita que supone para Edipo la organización parental, resulta limitante al circunscribir en un círculo vicioso el análisis, del hijo frente al padre, quien, a su vez, ha tenido que ser hijo. Lo que en realidad resulta evidente, según Deleuze y Guattari, es que ese padre ha sido primero condicionado por lo social, económico, cultural, político, es decir, por el entorno de la realidad física. Los autores identifican tres problemas en el psicoanálisis. Los dos primeros, desde el punto de vista de la regresión (algo que se entiende como hipotético), son ellos: 1. Sostener que las cosas comienzan con el niño. Considerar las acciones y pasiones reales del padre y de la madre como “fantasmas” del niño (teoría del fantasma). En realidad, el padre es quien edipiza al hijo; de aquel surge la culpabilidad antes que como sentimiento interior del hijo; 2. Estar prisionero de un familiarismo que lo condena a evolucionar en un solo movimiento (de la regresión o de la progresión), desconociendo la facultad del inconsciente de autoproducirse – de la otra forma sólo hay producción o generación –. La realidad es que el inconsciente describe un ciclo (autoproductivo) que une la historia con la naturaleza, y a la vez, mantiene “sujeto” al ciclo mismo. El tercer problema que identifican es ubicado desde el punto de vista de la comunidad (y tiene un carácter disyuntivo). Este hace referencia a que desde la nueva óptica  (contraria a la familiar que defiende el psicoanálisis) se asume que lo que se da primero es una información o comunicación y luego una transmisión. Hay primero una comunicación de los inconscientes (a escala social) y en segundo plano una transmisión hereditaria (a escala familiar). Por lo tanto, la familia no es determinante sino determinada.
El esquizoanálisis centra su búsqueda en las oscilaciones del inconsciente, luego de constatar la existencia de los polos fascista y revolucionario en un mismo sujeto (catexis sociales segregativas, fascistas y con soberanía central, y catexis sociales nómadas, revolucionarias y ubicadas en la periferia), tal como sucede en toda la catexis libidinal – es el caso realizado por Artaud en la persona de Heliogábalo –. “En el inconsciente no hay más que poblaciones, grupos y máquinas” (AE, 293). Las máquinas deseantes tienen su energía propia: la libido; y las transformaciones de esta energía nunca son desexualizaciones ni sublimaciones. Para llegar a este análisis físico del inconsciente, los autores plantean la existencia de dos tipos de máquinas: 1. Máquinas molares, que mantienen una unidad estructural, es decir, son definidas, y pueden ser sociales, técnicas y orgánicas; 2. Máquinas moleculares (que propiamente son las máquinas deseantes), son máquinas formativas, cronógenas, máquinas propiamente hablando (puesto que proceden por flujos y cortes). Por lo anterior, se puede afirmar que las máquinas deseantes no pertenecen a los campos del sueño o de lo imaginario, sobre los cuales centra gran parte de su atención el psicoanálisis.


Puesto que lo cierto es que hay deseo, medios, campos, y formas de gregariedad, las máquinas (molares y moleculares) son las mismas, pero en condiciones determinadas, es decir, expuestas bajos distintos regímenes, en distintos tamaños y con distintos usos de síntesis. “Las máquinas deseantes moleculares son en sí mismas catexis de las grandes máquinas (…) las máquinas deseantes no representan nada, no significan nada, no quieren decir nada, y son exactamente lo que se ha hecho de ellas, lo que se ha hecho con ellas, lo que ellas hacen en sí mismas” (AE, 297, 298).
El punto de partida para la elaboración conceptual del esquizoanálisis es el  siguiente: “el deseo es máquina, síntesis de máquinas, disposición maquínica – máquinas deseantes. El deseo pertenece al orden de la producción, toda producción es a la vez deseante y social” (AE, 306). El psicoanálisis, por el contrario, revierte este orden de la producción y superpone la representación= Producción Vs. Representación. Con el psicoanálisis, el inconsciente se queda en la representación. Este inconsciente cree en Edipo, en la castración, en la ley. Es un inconsciente que ya no produce sino que representa (que cree). “No hay material inconsciente ni interpretación psicoanalítica, sino sólo usos, usos analíticos de la síntesis del inconsciente, que ya no se dejan definir por la asignación de un significante ni por la determinación de significados” (AE, 187). Lo importante de determinar es “cómo marcha eso”.
El corte que introduce la producción en el mundo de la representación, desde finales del siglo XVIII, es evidente y vale la pena volver a recordarlo: la producción puede ser del trabajo (social) y del deseo (deseante); y está recurriendo continuamente a flujos y cortes que permean la representación. Tanto Ricardo como Freud se encargaron de hacer estos planteamientos, los cuales resumimos en el siguiente esquema:

Ricardo

Economía política
Trabajo cuantitativo, principio de valor representable
Naturaleza subjetiva o esencia abstracta del trabajo


Freud


Economía deseante
Libido cuantitativa, principio de representaciones de los objetos y de los fines del deseo
Naturaleza subjetiva o esencia abstracta del deseo

Estas constataciones le proponen al psicoanálisis el rompimiento con la visión simbólica de representación (mito – tragedia) que han llevado al deseo a “condiciones exteriores determinadas o a códigos objetivos particulares”, los cuales se oponen al descubrimiento de la esencia abstracta o subjetiva a través de la libido. Pero tal como sucede en el capitalismo, según nos lo ha mostrado Marx,  la esencia se vuelve subjetiva en la actividad de producción en general (producción económica y deseante). El trabajo abstracto se hace algo real. Y por supuesto, las máquinas deseantes se encuentran dentro de las máquinas sociales. De esta manera, podemos identificar un vínculo profundo del psicoanálisis con el capitalismo, en el sentido en que logran hacer de la esencia algo subjetivo: el psicoanálisis hace de la producción deseante una forma de libido abstracta subjetiva; y el capitalismo se mueve bajo la fórmula del trabajo abstracto.


Retomando lo expuesto anteriormente, vemos que el capitalismo tiene como límite la producción deseante (que es un flujo descodificado) pero lo rechaza cuando se acerca demasiado a dicho límite, codificándolo con una nueva axiomática. De este modo es como logra detener el movimiento revolucionario de desterritorialización con nuevas reterritorializaciones artificiales, con su perversa axiomática, que se renueva permanentemente. Es decir, el capitalismo se sostiene en las ruinas de las representaciones territorial y despótica, mítica y trágica, y desde ahí, las reconstruye a su favor como “imágenes del Capital”. El importante descubrimiento de la esencia subjetiva abstracta, es manipulado por el capitalismo, cuando la encadena y aliena, en un mismo elemento subjetivo: la propiedad privada.
De la misma manera, es preciso advertir que el deseo subjetivo abstracto del psicoanálisis, sirve como correlato del trabajo subjetivo abstracto propio de la economía política. En el psicoanálisis la reproducción social se vuelca a la reproducción familiar, con Edipo como estructura unificadora restringida (papá-mamá-yo).
El mito y la tragedia también tienen un desarrollo paradójico dentro del psicoanálisis, éste “los deshace como representaciones objetivas y descubre en ellos las figuras de una libido subjetiva universal; pero los recobra y los promueve como representaciones subjetivas que elevan al infinito los contenidos míticos y trágicos” (AE, 314). Dichas representaciones subjetivas son el sueño y el fantasma, siendo el mito y la tragedia sus proyecciones.  Lo anterior conduce a la estructuración de un teatro privado para el hombre íntimo, en el que el inconsciente es la escena. De esta forma, la producción social y deseante, propias del inconsciente original, son cambiadas por una representación (una suerte de representación teatral) subjetiva infinita e imaginaria, donde lo simbólico ya no tiene que ver con la representación de una objetividad, sino que conduce a la generación de estructuras significantes. El paso del inconsciente productivo original a un inconsciente proyectado en una estructura simbólica, le da vida a la idea de un inconsciente ausente de producción, y de ahí surge la carencia, que debe ser llenada con las interpretaciones de la escena representada. A partir de ese momento, la producción deseante empieza a concebirse como “ausencia y carencia de sí misma”: la castración. Con Edipo, se reterritorializa la concepción del hombre carente, castrado, que necesita recuperar el símbolo imperial del déspota desaparecido – tal como sucede para el desarrollo de la cultura capitalista –. La Tierra y el Déspota (que estaban como elementos objetivos y públicos) son reterritorializados en un ámbito privado y subjetivo a través del Complejo de Edipo.
Lacan inicia un proceso que va más allá de lo imaginario y lo simbólico para mostrar el reverso de aquella estructura limitada de la representación. Es ahí (en el reverso) donde pueden surgir con gran fuerza los componentes moleculares, los flujos liberados que conducen a una “inorganización real” de las máquinas deseantes (dispersas, como lo son sus elementos). En ese momento, es cuando se conduce a Edipo al “punto de autocrítica”, allí donde la estructura representativa encuentra en su reverso un principio positivo de “no-consistencia” que la lleva a su disolución. En ese mismo punto, el deseo “es vertido en el orden de la producción, referido a sus elementos moleculares y no carece de nada, ya que se define como ser objeto natural y sensible, al mismo tiempo que lo real se define como ser objetivo del deseo” (AE, 321).
La tarea negativa del esquizoanálisis es destruir (no superar), limpiar el inconsciente de Edipo, del yo, del super-yo, de la culpabilidad, de la ley, de la castración, es decir, de todas aquellas abstracciones (simbólicas e imaginarias) que le puedan dar sustento a un discurso de la representación. – No está de más recordar que el psicoanálisis ha dicho que Edipo se supera por la castración, la latencia, la desexualización y la sublimación –. Dentro de la tarea negativa del esquizoanálisis, también está la de destruir los conjuntos molares, las estructuras y representaciones que interfieren la acción de las máquinas deseantes. En fin, la tarea negativa que realiza el esquizoanálisis es desfamiliarizar, desedipizar, descastar, desfalizar, descodificar, desterritorializar, y deshacer el teatro, el sueño y el fantasma. Asimismo, la primera tarea positiva del esquizoanálisis es descubrir la naturaleza, la formación y el funcionamiento de las máquinas deseantes en un sujeto, sin recurrir a cualquier forma de interpretación. “El esquizoanalista es un mecánico y el esquizoanálisis es tan sólo funcional” (AE, 332). En una máquina deseante no hay “unidad estructural” ni “identidad imaginaria”, está compuesta por piezas de máquina que no dependen de otra u otras, sino que son autónomas y pueden establecer multiplicidades funcionales en un caso determinado, de carácter indirecto. El mecanismo para que se pueda lograr esa integración funcional es muy sencillo: simplemente, un “objeto parcial” emite un flujo, que a la vez corta el flujo emitido por otro objeto parcial. Al mismo tiempo, un flujo define un “campo de presencia potencial múltiple” frente a otro flujo que corta y que lo corta. El sistema flujo-corte se instala sobre elementos que producen diferentes objetos (c, d) pero que son poblados y cortados por objetos (a, b) del mismo campo de presencia. Las máquinas deseantes son flujos-esquizias, cortes-flujos; son las mil pequeñas conexiones, disyunciones y conjunciones, y están conformadas de la siguiente forma:
3 Piezas
3 Energías
3 Síntesis
Trabajadora
Libido (energía libre, energía propia de las máquinas deseantes)
Conectivas (de objetos parciales y flujos)
Motor inmóvil
Numen*
Disyuntivas (de singularidades y cadenas)
Pieza adyacente
Voluptas*
Conjuntivas (de intensidades y devenires)
*Numen y Voluptas, son transformaciones de la energía primaria, libre.
 
Vale la pena recordar que el esquizoanalista es un mecánico, micromecánico, que trata de ubicar cuáles son las máquinas deseantes de alguien, y luego, cómo marchan, con qué síntesis y qué devenires presentan. En fin, retomando la noción que nos da Alfonso Lans, podemos decir que el esquizoanálisis “es un conjunto de prácticas y funciona al costado de diversos territorios disciplinarios; conectado a líneas de fuga inconscientes, deseantes y preconscientes disciplinarias” (Lans, Alfonso, en el artículo, Devenires de la subjetividad,) 

 Finalmente, les compartimos un vídeo del Abecedario de Deleuze



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