Contracarátula de Devenires menores
Recientemente ha sido publicado mi libro Devenires menores, en el cual retomo el concepto de las literaturas menores, desarrollado por Deleuze y Guattari, y lo vinculo con la obra de cinco autores: Fijman, Genet, Juarroz, Pasolini y Artaud. Con este pretexto, publico algunos elementos para ayudar a entender dicho concepto:
Un punto de partida es que el problema de la
expresión es relacionado por Kafka con las literaturas
menores.
¿Qué
es una literatura menor?
No es la literatura de
un idioma menor, sino la literatura que una minoría hace dentro de una lengua
mayor. Aquella que se hace cavando su propio hueco dentro de una “literatura
mayor”, estableciéndole fisuras a la forma mayor (la reconocida, promovida,
enseñada, premiada, exaltada como prototípica). Cavar una lengua mayor para
instalar su propia lengua menor (devenir menor en literatura). Romper su
interioridad para expandirse en el afuera. Revolucionarse a sí mismo, su
personalidad. Desprenderse de sí, someterse a su propia metamorfosis.
Tres
elementos
-“El
idioma se ve afectado por un coeficiente de desterritorialización”.
Desterritorializar la lengua hasta llegar a la pura intensidad. En el caso de Kafka, tenía que ver con la posibilidad
para los judíos de Praga, de escribir en otro idioma que no fuera el colonial
alemán. La reducción de palabras (el checo-alemán de Praga) para una misma función, hace que se despierte la expresión, la creación.
¿Realmente, la lengua
que hablamos es la nuestra? ¿Conocemos “nuestra” lengua (es decir, aquella
mayor que nos toca hablar)?
El devenir minoritario
de la literatura se ubica como un nómada de su “lengua mayor”.
-“En
ellas, todo es político”. En las “grandes” literaturas lo
más importante es la exaltación del problema individual, mientras que el medio
social queda en el trasfondo. En las literaturas menores, todo problema
individual se conecta inmediatamente con la política. Se articula lo individual
en lo inmediato-político.
-“Todo
adquiere un valor colectivo”. En la literatura
menor no abunda el talento, lo que la aleja de una “literatura de maestros”. La
literatura, entonces, es la encargada de la enunciación colectiva e incluso
revolucionaria. Dispositivo colectivo de enunciación. Y para ello, renuncia al
narrador y al autor o al maestro.
Entonces, “menor” ya no
hace referencia a ciertas literaturas sino que convoca a la potencia
revolucionaria de cualquier literatura en el seno de la que se ha establecido
como “mayor”.
Una “literatura
marginal” o una “literatura popular”, primero tendría que pasar por instalar
desde dentro, un ejercicio menor de la lengua mayor, para alcanzar la potencia
de una máquina colectiva de expresión.
La literatura se
vivifica cuando inventa “el pueblo que falta”. No es representarlo, ni tampoco
describirlo, ni siquiera dirigirse a él. No suponer que existe, sino inventarlo.
Carátula de Devenires menores
En Kafka como en Artaud, hay una aversión a la necesidad de juzgar. Al sistema del juicio, estos autores
oponen el sistema de los afectos. El cuerpo (finito) recibe los embates de su
marca, de su vértigo. El cuerpo de Gregorio se fuga de sí mismo, de su
organización, de sus jerarquías y toma otra forma para escapar del padre
(círculo edipiano) y de la burocracia que lo agobia. Escapa a esos juicios
dándole nuevas intensidades al cuerpo. El cuerpo está en pleno combate a toda
hora. El combate no es para destruir al Otro sino para huir de él o para
apoderarse de su fuerza. Es una línea de fuga activa que se ve favorecida por
la potencia de la literatura; a través de ella se puede metamorfosear, saltar,
salir, huir, hacerse un devenir-otro. Volverse animal no es para imitar al
animal sino para abandonarlas formas y significaciones humanas. Es hacerse una
intensidad pura.
En Kafka lo importante
no es la libertad sino la salida. Su obra no es para interpretar sino para
experimentar la entrada, el escape, la huida. Lo que crea no son metáforas sino
metamorfosis. No hay sentido propio ni sentido figurado, hay otra distribución
de estados dentro de los circuitos de la palabra = devenir otro, devenir
múltiple, devenir colectivo. De lo que se trata entonces no es de huir del
mundo, sino de hacer huir el mundo, esa forma del mundo que es la dominante.
Estar en su propia lengua como un extranjero.
Kafka también se aleja
del narrador y del personaje, y se hace un “dispositivo maquínico” y colectivo.
“Nosotros no creemos
sino en una política de Kafka, que no
es ni imaginaria, ni simbólica. Nosotros no creemos sino en una máquina o
máquinas de Kafka, que no son ni estructura ni fantasma”. Nosotros no creemos
sino en una experimentación de Kafka;
sin interpretación, sin significancia, sólo protocolos de experiencia (…) Un escritor no es un hombre escritor, sino un
hombre político, y es un hombre máquina, y es un hombre experimental”.
(Deleuze-Guattari).
En el texto “La
literatura y la vida” de Crítica y
clínica, Deleuze nos puntualiza sobre la potencia de la literatura:
“La función de la
literatura: liberar la vida dondequiera que esté encarcelada. La condición de
la literatura: abandonar el pronombre personal yo, la forma personológica,
autobiográfica, identitaria, edipiana, neurótica. El proceso de la literatura:
la metamorfosis, la manera por la cual la escritura experimenta los diversos
devenires minoritarios”.
Y tal como nos lo
recuerda Peter Pál Pelbart, en Deleuze la literatura tiene que ver más con la
vida que con la muerte, con las fuerzas que con la forma, con el agotamiento
que con un virtuosismo, con el límite exterior (que sin embargo le es interior)
que con el propio lenguaje. La literatura es una salud.
El libro Devenires menores tiene el siguiente colofón:
"Editado a los 40 años de la publicación de Kafka. Por una literatura menor, obra de Deleuze y Guattari que desarrolla el concepto de las literaturas menores. Asimismo, aprovechamos para honrar la vida de Gilles Deleuze, quien en el 2015 cumple 90 años de nacimiento y 20 de muerte voluntaria".
Carátula de Kafka. Por una literatura menor. Editorial Era (México)
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