jueves, 31 de octubre de 2024

A los 100 años del asesinato de Reynaldo Matiz

 

Imagen de Reynaldo Matiz

El 1 de noviembre de 1924, Arcadio Perdomo, hijo de Ricardo Perdomo, cumplió sin objeciones el mandato de su progenitor: “Arcadio, tome esta pistola y vaya y mate a Reynaldo Matiz; si no lo hace, yo lo mato a usted”. El motivo de tan miserable orden fue el comentario que Matiz hiciera en el periódico “Renacimiento”, criticando el accionar de “Los Limpios” a quienes atribuía el pago de mercenarios de la pluma para enlodar honras ajenas. Con su gesto irreflexivo y cómplice, Arcadio Perdomo cegaba la vida de uno de los personajes más destacados a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX en el departamento del Huila, quien no solo tuvo una vida de leyenda, sino que tomó en serio la apuesta por idear y gestar un mundo en el que tuvieran participación las gentes más desfavorecidas y se generaran fracturas a las anquilosadas prácticas de la política servil a los caudillos y gamonales.  

El alcance reflexivo de Reynaldo Matiz lo podemos entrever en estos fragmentos que a continuación comparto, en los que hay una propuesta para pensar las nuevas corrientes socialistas que poblaban el mundo en la segunda década del siglo XX, desde una perspectiva criolla, regional, en un país donde la renovación de las ideas políticas era asumida como una herejía.  

 

SOCIALISMO CRIOLLO[1]

 

En las bajas capas sociales se inicia un rumor que puede llegar a ser grito aterrador.

Allí donde la ascensión social no es posible, la violencia de la protesta sí lo es.

La conciencia del proletariado se dilata.

Las clases dirigentes deben salir al encuentro de la solución del problema, en lugar de virar a bordo.

Descongestionar la mole para evitar la irrupción.

Abrir, en lugar de cerrar, el horizonte a las nuevas auroras.

(…)

Muy lejos estamos de la pretensión de historiar el socialismo y de condensar la esencia de su doctrina.

Está en pie el interrogante de las reivindicaciones de los obreros, que es uno de los tópicos – y acaso el principal – del socialismo.

Con la timidez que es de rigor al novato, rodearemos el asunto. No importa que profanas manos ayuden a abrir las puertas de las ciencias sociales.

(…)

Entendemos que el socialismo se propone, en principio, establecer una relativa comunidad de bienes, entregando al Estado los medios de trabajo y la facultad de organizar la producción y la distribución de los bienes.

No se puede asegurar que, exento de utopías, sea perfectamente realizable el programa.

Aún no se sabe en qué ha de parar el ejemplo práctico de lo que ha sucedido en Rusia, en cuya revolución parece que hayan tomado parte principal todos los elementos socialistas.

Es posible que “el porvenir de las sociedades futuras esté en el obrero”, pero también lo es que el socialismo llegue a ser: “la tiranía enmascarada; un cesarismo odioso, vestido de blusa”.

(…)

Está por averiguar si el Estado, en calidad de administrador general de las industrias, tendría mejores condiciones de humanidad como patrono y mayor tino en la dirección.

Es de proceder parejo, sujeto a normas fijas, y por consiguiente despótico.

Para la generosidad está imposibilitado, porque ella fácilmente se confundirá con el peculado.

Si el egoísmo y la usura son vicios en el individuo, en el Estado son pulcritud y firmeza.

Tiene brazos vigorosos para obrar, pero no tiene corazón.

Para él no hay clamor elocuente, ni gemido de dolor, enternecedor.

Comparado pues, con amos despóticos, resulta por igual al peor.

(…)

Nuestro socialismo es criollo, indeciso y vago.

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Imágenes tomadas de la circulación libre en la red.

[1] Publicado en el diario Transocean, 23 de junio de 1919.