Imagen de Reynaldo Matiz
El 1 de noviembre de 1924, Arcadio Perdomo, hijo de Ricardo Perdomo, cumplió
sin objeciones el mandato de su progenitor: “Arcadio, tome esta pistola y vaya
y mate a Reynaldo Matiz; si no lo hace, yo lo mato a usted”. El motivo de tan
miserable orden fue el comentario que Matiz hiciera en el periódico “Renacimiento”,
criticando el accionar de “Los Limpios” a quienes atribuía el pago de
mercenarios de la pluma para enlodar honras ajenas. Con su gesto irreflexivo y
cómplice, Arcadio Perdomo cegaba la vida de uno de los personajes más
destacados a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX en el departamento
del Huila, quien no solo tuvo una vida de leyenda, sino que tomó en serio la
apuesta por idear y gestar un mundo en el que tuvieran participación las gentes
más desfavorecidas y se generaran fracturas a las anquilosadas prácticas de la
política servil a los caudillos y gamonales.
El alcance reflexivo de Reynaldo Matiz lo podemos entrever en estos fragmentos
que a continuación comparto, en los que hay una propuesta para pensar las
nuevas corrientes socialistas que poblaban el mundo en la segunda década del
siglo XX, desde una perspectiva criolla, regional, en un país donde la renovación
de las ideas políticas era asumida como una herejía.
SOCIALISMO CRIOLLO[1]
En las bajas capas sociales se inicia un rumor que puede llegar a ser grito
aterrador.
Allí donde la ascensión social no es posible, la violencia de la protesta
sí lo es.
La conciencia del proletariado se dilata.
Las clases dirigentes deben salir al encuentro de la solución del problema,
en lugar de virar a bordo.
Descongestionar la mole para evitar la irrupción.
Abrir, en lugar de cerrar, el horizonte a las nuevas auroras.
(…)
Muy lejos estamos de la pretensión de historiar el socialismo y de
condensar la esencia de su doctrina.
Está en pie el interrogante de las reivindicaciones de los obreros, que es
uno de los tópicos – y acaso el principal – del socialismo.
Con la timidez que es de rigor al novato, rodearemos el asunto. No importa
que profanas manos ayuden a abrir las puertas de las ciencias sociales.
(…)
Entendemos que el socialismo se propone, en principio, establecer una
relativa comunidad de bienes, entregando al Estado los medios de trabajo y la
facultad de organizar la producción y la distribución de los bienes.
No se puede asegurar que, exento de utopías, sea perfectamente realizable
el programa.
Aún no se sabe en qué ha de parar el ejemplo práctico de lo que ha sucedido
en Rusia, en cuya revolución parece que hayan tomado parte principal todos los
elementos socialistas.
Es posible que “el porvenir de las sociedades futuras esté en el obrero”,
pero también lo es que el socialismo llegue a ser: “la tiranía enmascarada; un
cesarismo odioso, vestido de blusa”.
(…)
Está por averiguar si el Estado, en calidad de administrador general de las
industrias, tendría mejores condiciones de humanidad como patrono y mayor tino
en la dirección.
Es de proceder parejo, sujeto a normas fijas, y por consiguiente despótico.
Para la generosidad está imposibilitado, porque ella fácilmente se
confundirá con el peculado.
Si el egoísmo y la usura son vicios en el individuo, en el Estado son
pulcritud y firmeza.
Tiene brazos vigorosos para obrar, pero no tiene corazón.
Para él no hay clamor elocuente, ni gemido de dolor, enternecedor.
Comparado pues, con amos despóticos, resulta por igual al peor.
(…)
Nuestro socialismo es criollo, indeciso y vago.
[1] Publicado en
el diario Transocean, 23 de junio de 1919.
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